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Soy un indígena llaqta sunquyuq
Recibir el Premio Copé 2020 de ensayo es una satisfacción y considero que es un reconocimiento a un trabajo prolongado sobre las poblaciones indígenas desarrollado por un hijo dichoso de sus orígenes.
Mi interés por el tema es desde mi niñez. Al nacer en Carapo, un humilde pueblo de la región de Ayacucho, no he crecido aprendiendo la historia peruana en los grandes colegios, bibliotecas o museos, sino en la cotidianidad del pueblo, frecuentado a las ñaupallaqtas (asentamientos prehispánicos) y las machay (cuevas que conservan restos óseos de los antiguos habitantes). Eso me fueron generando interrogantes ¿quiénes eran? ¿cómo vivieron y desafiaron a la abrupta naturaleza? ¿soy descendiente de ellos? Vivo tratando de conocer la historia de los indígenas, los pueblos, es decir la vida de mis antepasados.
Desde mi ingreso a la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga investigué a los pueblos de la cuenca de Qaracha. En la maestría de Estudios Andinos en la Pontificia Universidad Católica del Perú, gracias a la beca de la Cooperación Técnica Belga y la asesoría de la doctora Karen Spalding estudié el largo proceso de transformación económica y sociopolítica de los Lucanas, una de las etnias más sobresalientes del sur de Ayacucho como resultado de su incorporación a la administración inca y virreinal. Actualmente, en el doctorado a través de la beca Red Peruana de Universidades, estudio a las poblaciones indígenas de la región de Ayacucho y el ensayo ganador: “De curaca a congresista…”, mediante la dirección del doctor Nils Jacobsen, es parte de este trabajo mayor que analiza la historia de los pueblos.
El ensayo aborda la historia de una familia curacal en la administración virreinal y su reinserción en la república. Los Chuchón representado por Lucas, Cristóbal, Phelipe y Juan Chuchón ostentaron el cacicazgo de Vischongo desde el siglo XVI hasta el XVIII. Por un lado, sirvieron a la administración virreinal con eficiencia y por el otro, tuvieron una representatividad frente a los indígenas defendiendo las tierras del común en los litigios. Fueron curacas que gozaron del respaldo de los indígenas durante cuatro generaciones gozando de los privilegios del virreinato.
Doña Victoria Malqui, hermana de Phelipe Chuchón fue una mujer con autonomía y libérrima. Administró sus tierras, ganados y vivió en Huamanga disfrutando los vínculos sociales con las familias españolas y mestizas, era miembro de las agrupaciones religiosas y se casó en dos ocasiones. Ya anciana dejó sus inmuebles a las corporaciones religiosas, se enterró en el recinto religioso más importante de Huamanga y aseguró el futuro de su joven esposo dejando un significativo monto económico.
Con el advenimiento de la república muchos curacas perdieron su poder. Sin embargo, los Chuchón vieron a la nueva administración como una oportunidad. Aprovechando la legislación liberal mantuvieron sus propiedades, establecieron nuevas alianzas matrimoniales y a través de la educación tuvieron un protagonismo económico y político. Se desenvolvieron en los cargos de teniente alcalde, gobernador y ecónomo. Y en el primer lustro del siglo XXI un integrante llegó a ser congresista por Ayacucho.
En el bicentenario este trabajo explica la integración de una familia curacal en la construcción del estado peruano. En el virreinato y la república, las poblaciones indígenas y las familias curacales fueron sujetos activos en la vida social, económica y política. Como indica las letras de un carnaval de los pueblos: “Bandera peruana Qamsi causa kanki, mamayta taytayta dejaspay guerrasman rinaypaq”. Hay un compromiso e identificación con la patria grande.
Un agradecimiento a mis amigos, familiares y en especial a mi madre difunta, Zósima Chaico, quien siempre quiso que sea un ñawiyuq. También a los comuneros del hanay y uray, barrio de Carapo, a los pobladores de Vischongo y a don Oriol Chuchón, quien a sus casi 100 años tiene vitalidad y aún desea desafiar a las correntadas del río Pampas.
David Quichua Chaico
Huamanga, 20 de enero de 2021