Compartir
“Los espectros”, es una poderosa novela que nos habla del político, escritor y periodista Eudocio Ravines Pérez, personaje que después de ser aprista, comunista, terminó siendo un risible hombre de derecha que trabajó para la CIA. La obra ganó el Premio Copé de Oro de la IX Bienal de Novela «Premio Copé 2023»
El jurado calificador del premio resaltó que: la novela “Los espectros” de Christian Elguera Olortegui recrea el horizonte de la historia política nacional e internacional del siglo XX. Con un despliegue técnico notable, la figura camaleónica de Eudocio Ravines nos conduce por los oscuros caminos del poder y revela las fuerzas siniestras que se mueven detrás de las grandes decisiones que afectan a las mayorías. La novela ofrece una visión sarcástica de la historia contemporánea del Perú. Al respecto, Lima en Escena charló con el autor.
-Christian, voy a empezar con una pregunta muy sencilla: ¿por qué Ravines?
– Eudocio Ravines es una figura que para mí simboliza nuestra crisis política en el presente. En la novela, Ravines es un emisario de los espectros, que son un grupo de gran poder, una especie de secta que ha estado siempre organizando complots, tejiendo pactos bajo la mesa, solamente para acumular más ganancias y beneficios. Obviamente, no les importa las consecuencias que eso pueda tener en el destino del país. Esto lo hemos visto en los últimos procesos electorales y en el Congreso de la República, que refleja con mucha claridad cómo los políticos realizan acuerdos, blindajes, repartijas, pensando únicamente en seguir enquistados en el poder. Este contexto fue, sin duda, un estímulo para pensar la novela. Ravines representa una figura política repulsiva, negativa, que busca solamente destruir. Incluí el poema “Llunk’u”, de Washington Córdova Huamán, como un epígrafe del libro, pensando precisamente en Ravines y su estirpe política. Sin duda, Ravines siempre está urdiendo planes para arruinar posibles soluciones o salidas. En la presentación de la novela en San Marcos, César Augusto López mencionó que Los espectros trata sobre la frustración, ya que uno de los ejes se centra en cómo sí existió una posibilidad de cambio, de transformación en el país, si es que Haya y Mariátegui lograban reconciliarse. Y ante esa probabilidad, Ravines aparece como diciendo “ellos no se van a unir, voy a matar a Mariátegui, haré que Haya se vuelva un aliado de los espectros”. La novela retrata el fracaso de esa esperanza.
-En la novela, Ravines se desdobla en un sin número de personalidades, es un camaleón humano nefasto en todas sus facetas. ¿Hay algo que tú destaques de Ravines?
-Lo que podríamos rescatar y admirar del Ravines de Los espectros es su capacidad camaleónica y agudeza mental. Siempre está tramando un nuevo ataque. A Andrea Cabel le gustó mucho la descripción de Ravines como un “Odiseo criollo”. Por esto, en la novela, Ravines se siente humillado cuando ya no es útil para los espectros; lo atormenta pensar que ellos ya no confían en él, que ya no sirve para maquinar y derrocar gobiernos. Ravines tiene una desesperación por demostrar sus talentos, y siempre piensa cuál será el próximo golpe, a quién habrá que asesinar, a qué gobierno habrá que desestabilizar. Uno también puede sentir cierta “admiración” por un personaje que es capaz de estar en todos lados y que nunca –salvo en las escenas de los gatos– siente una verdadera culpa. Él decía que no amaba a nadie, ni a su familia, pero al final los espectros descubren que los gatos son el punto débil de Ravines. También podemos resaltar su amistad con Mariátegui. En Los espectros, Ravines siente una idealización por Mariátegui, una plétora de sensaciones que fluctúan entre la ternura, la envidia, la admiración, el erotismo. De hecho, el libro que Ravines roba a Mariátegui –del que nadie más conoce– es su único consuelo, su único refugio. Cuando Ravines siente miedo, cuando está totalmente confundido, ahogado en su propia podredumbre, los gatos y el recuerdo de Mariátegui lo salvan por instantes. Por esto –casi al final del libro–, el último gato que muere se llama Juan y Ravines lo confunde con Juan Croniqueur, conectando dos tiempos en su propia agonía.
Eudocio Ravines Pérez
– ¿Qué nos puedes decir sobre sus vínculos con Haya de La Torre y Mariátegui? Coincidentemente, Ravines estuvo ideológicamente conectado con el APRA y después con el PCP; después, viene el tema del divorcio y, al final, se hace de derecha…
-La primera vez que escuché sobre Ravines fue cuando leí las obras completas de Alberto Flores Galindo. El hecho de que leyera a este historiador peruano con tanta acuciosidad, se debió a un encargo de Javier Torres Seoane, quien era editor del portal de noticias SER. En el año 2018, él me dice que va cumplirse un año más del fallecimiento de Flores Galindo y me pide escribir un ensayo panorámico, a modo de homenaje. Entonces comencé a leer los textos de Flores Galindo en la Universidad de Texas, en Austin, donde estudiaba el doctorado. En la Universidad de Texas está la Benson Library, que tiene todos los libros habidos y por haber sobre Latinoamérica. Yo estaba en un paraíso. Además, vivía al frente de la biblioteca. Ahí encontré las primeras ediciones de Flores Galindo y las referencias que él citaba. Así comencé a leer La agonía de Mariátegui, donde aparece la figura de Ravines. De inmediato me dije que él sería el pilar de la novela. Flores Galindo nos muestra a un Mariátegui que es muy creativo, que quiere inventar algo nuevo, que busca la “creación heroica” en suelo peruano, como un artista. Y, en notorio contraste, nos presenta al “hombre aparato”, a este político que llega de Europa con reglas estrictas en la cabeza, dogmático, un cuadro perfecto al servicio de la Komintern.
-En esa época el poder ideológico pesaba más que el poder ejecutivo…
-Totalmente. Esto puede percibirse en unas cartas entre Haya y Ravines, las cuales fueron editadas y publicadas por Flores Galindo en Socialismo y Participación (No. 20, 1982). En esas cartas están todas las energías y las ambiciones de Haya. Si bien en Los espectros la representación de Haya es satírica, es inevitable no reconocer que era una máquina, alguien que no dejaba de pensar, dar órdenes y organizar a sus correligionarios. En esas cartas yo encontré un modelo para retratar a un Haya sumamente disciplinado. Siempre se jacta de levantarse a las cinco de la mañana, hacer deporte, comer frutas, no beber alcohol, escribir cartas, leer todos los días… Era incansable y eso, para alguien como yo -que a veces tiene momentos de flojera absoluta- me parece admirable. Las cartas reflejan fielmente ese temperamento. Además, siempre he sentido un gran amor por las cartas. Es un género que me fascina. Siento que cuando tú mandas una carta a alguien es porque, de alguna manera, estás revelando tu intimidad. Las cartas entre Haya y Ravines expresan amistad y admiración mutuas. Pero, como bien resaltó Flores Galindo, esa correspondencia revela un deseo por poder. Después de leer ese intercambio epistolar, me quedó clarísimo que Ravines era un artífice ideológico. Dentro de la mitología aprista, está el hecho de que el primer texto clave del APRA, aparecido en Labour Monthly en 1926, fue supuestamente escrito por Ravines. Entonces, Ravines es quien traza las ideologías del aprismo y el socialismo, pero siempre desde las sombras. Finalmente, es importante subrayar que Mariátegui confiaba en la inteligencia y la capacidad política de Ravines para dirigir el recién formado Partido Socialista Peruano. Mariátegui es uno de los intelectuales y políticos que más admiro, y su relación íntima con Ravines me hizo pensar en lo siguiente: ¿a quién admiraba esa luminaria que tú tanto admiras? Esta cuestión fue esencial para construir al Ravines de Los espectros. ¿Por qué Mariátegui, uno de los pilares de la historia peruana contemporánea, sentía tanta estima por Ravines, a tal punto de considerarlo un amigo y aliado?
José Carlos Mariátegui
Eudocio Ravines y Víctor Raúl Haya de la Torre
– Velasco le quita la nacionalidad peruana a Ravines y este tiene que quedarse a vivir en México. ¿Podría afirmarse que Velasco fue uno de los políticos que le ‘paró los machos’ a Ravines?
-El conflicto entre Velasco y Ravines fue fundamental para pensar la novela. Para entender la decisión que Velasco tomó en 1970 es importante recordar cómo operaba Ravines. En la novela, el historiador Alberto señala que para él un momento que sintetiza la corrupción peruana fue un banquete donde se reunieron Haya, Odría y Beltrán Espantoso en casa de León de Vivero, el famoso Califa. Este encuentro fue real y para la novela me sirvieron las fotos que tomó Tulio Cusman, y que aparecen en Oiga (11 de diciembre de 1964). En general, mirar fotografías alienta mi proceso creativo. Entonces, en esas imágenes yo vi el modus operandis de Ravines y los espectros. Aparentemente, en ese banquete están reunidos políticos que han sido enemigos, pero que luego están haciendo tratos a escondidas. El motivo de esa reunión fue tramar un complot para atacar a Fernando Belaunde. Considero que Velasco era consciente de esa forma de hacer política y que no quería pactar con Ravines, no quería continuar con ese círculo vicioso. Además, Velasco parece intuir que Ravines va a seguir siendo nocivo y, por esto, le quita la nacionalidad peruana. Creo que con esta decisión Velasco estaba diciendo “basta”, pues reconoce que Ravines no solo era un político, un intelectual, un periodista más, sino que era peligroso para el país. Este hecho fue clave para construir al personaje ficcional de Ravines, ya que en la novela este peligro no ha concluido. En Los espectros, Ravines sigue vivo gracias a una mandrágora, confabulando en compañía de Buckley y Palacitos, y todo lo que está sucediendo en el país es su legado. Esta referencia a Velasco también ayuda a clarificar la poética de Los espectros: hice mucha investigación, mucho trabajo de archivo, pero nunca busqué ser fiel a la “Historia”. Lenin Heredia, quien acaba de publicar su novela Nada nos une (Buen Puerto 2025), resaltó muy acertadamente, durante la presentación de Los espectros en la Casa Museo Mariátegui, que no se trata de una novela histórica o realista. Por esto me interesan mucho los textos que nos presentan narradores poco confiables, que tergiversan la realidad. Al respecto, ahora estoy leyendo y traduciendo, con total fascinación, los cuentos de la escritora americana Margaret Roach, que reside en Poughkeepsie, Nueva York.
Juan Velasco Alvarado
– ¿Cómo interpretas la frase “el hombre aparato”?
-Esta pregunta me hace pensar en el personaje del historiador Alberto. Como buen sanmarquino, Alberto es una persona imaginativa, artística, combativa, y cree en una política socialista tal como la imaginó Mariátegui. Manuel Cuipa, intelectual quechua que presentó la novela en la Casa Museo Mariátegui, advirtió muy bien el talante mariateguiano de Los espectros. Alberto adora a Mariátegui y es un personaje que imaginé en homenaje a Flores Galindo, ya que refleja esa lucha incansable de Tito Galindo por repensar el socialismo, por no conformarnos con las viejas formas de hacer política. Por esto, Alberto tiene miedo de los “hombres aparato”. Yo tengo una filiación hacia el socialismo, pero tampoco creo en una praxis doctrinaria, jerárquica, que puede violentar otros cuerpos y otras formas de pensar. Al respecto, Ravines ha renacido en muchos políticos contemporáneos, que son recalcitrantes, de mente cerrada, conservadores, derechistas, que niegan los derechos de los pueblos indígenas y otras minorías, que rechazan cualquier otra forma de pensar el socialismo más allá de sus dogmas. En la novela, Ravines representa también otro aspecto del hombre aparato: es una maquinaria incansable, que nunca deja de producir trampas y engaños. Esta idea, además, surgió gracias al poema Howl de Allen Ginsberg. En los versos iniciales, aparece esta imagen: “the machinery of night”, la cual se conecta luego con la descripción de Moloch. Al respecto, en otro pasaje leemos: “Moloch whose mind is pure machinery!”. De esta manera, el “hombre aparato” no se cansa de maquinar para destruir. En la segunda parte de la novela, veremos cómo Palacitos –que en Los espectros todavía es un aprendiz– se convierte en un hombre aparato mucho más radical que el propio Ravines.
– ¿Qué significó Magda Portal en todas estas investigaciones que has realizado? ¿Por qué le dedicaste la novela?
-Creo en los encuentros y suelo ser muy supersticioso. En mi último viaje a Lima, me sentí feliz de que fueran surgiendo conversaciones sobre Magda Portal. En los primeros días hablé con Mirella Uribe sobre la autobiografía de Magda Portal. Ella está ahora escribiendo una tesis de maestría sobre esta obra. Luego me encontré con Javier Torres Seoane, quien está escribiendo un colofón para una nueva edición de La Trampa, con Cocodrilo Ediciones, y conversamos bastante sobre la vida política de Magda Portal. Ahora me encuentro contigo y me preguntas sobre ella. Entonces siento que Magda es una figura que me está buscando, que me está diciendo “tienes que escribir sobre mí”. He sentido ese llamado…
Magda Portal
-Sería un acto de justicia porque políticamente ella tuvo una etapa de mucho maltrato, pero también a nivel literario…
– A Magda Portal se le recuerda, principalmente, por sus publicaciones literarias en la década del 20, por ese gran elogio que le hace Mariátegui. Sin embargo, hemos olvidado que ella no solo era una militante más, sino que era una mujer que jugó uno de los roles más fundamentales en la política peruana. Entonces ahí viene la pregunta que se hacía Javier Torres en nuestra charla: ¿cómo una mujer que estaba sumergida en las decisiones apristas, que no era solo una simpatizante, —sino que estaba en la cúpula– luego se desvanece? Mi novela sugiere que los espectros, como una forma de proteger al APRA, contribuyeron a borrarla del mapa. Por esto siempre subrayó que Los espectros es una narración anti aprista, que está dedicada a Magda Portal y que su novela “La Trampa” fue una inspiración. Mientras leía esta novela sentía que debía seguir esa ruta. La Trampa es un testimonio de decepción, de frustración, de rabia en contra de la corrupción aprista. Por esto me interesa volver a la faceta política de Magda, pues ella no cumplió un rol aleatorio, sino que fue una de las líderes más resaltantes del partido aprista. Antes de mandar Los espectros al concurso de Petroperú, decidí sacar un capítulo sobre el juicio de Magda Portal en el Tribunal del Potao en 1950 y cómo fue perseguida por el APRA. Pienso usar este material para la segunda parte de la novela. En este siguiente volumen, uno de los escenarios principales es el Chile de los años 30 y 40, cuando Ravines es el camarada Jorge Montero y organiza el Frente Popular chileno. Es en ese contexto donde aparece Magda Portal, como un personaje primordial para entender las conspiraciones de Ravines y los espectros. Este será mi homenaje a su lucha política, a su valor, a las adversidades que ella tuvo que vivir. Así que creo que eso va a generar una comunidad con quienes queremos tanto a Magda.
Sobre Christian Elguera
Es profesor asistente en Marist College (Poughkeepsie, Nueva York). Asimismo, ofrece clases en el Posgrado de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Con una tesis sobre el escritor peruano Xavier Abril, obtuvo su licenciatura en literatura en la UNMSM (2013). Realizó su maestría (2016) y doctorado (2020) en Lenguas y Culturas Ibéricas y Latinoamericanas en The University of Texas at Austin. En esta misma institución, realizó estudios en el programa de Native American and Indigenous Studies. Es corresponsal de literaturas indígenas y traductor en la revista Latin American Literature Today. Ha editado las novelas de Julián M. del Portillo, escritor peruano del siglo XIX y promotor de un colonialismo liberal (Ediciones MyL, 2021). Ha recibido el Premio Copé Plata de Cuento 2022 por «El último sortilegio de Fernando Pessoa» y obtuvo una mención honrosa en el Premio Copé de Cuento 2020 por «El extraño caso del señor Panizza». Ha sido también finalista del Premio Juana Goergen de Poesía 2022. Ha publicado sus textos creativos en Los comprimidos memorables del siglo XXI. Antología de minicuento (Bogotá, 2010), en el libro 201 compilado por José Donayre y David Roas (2013), y en la revista Contratiempo (Chicago, 152, 2022).
Fuente: limaenescena