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27 Jun2020

Discurso del Abog. Óscar Barreto Linares en la presentación del libro Amazonas Ruta Milenaria IV

17 de junio de 2020

Distinguidos integrantes de la mesa de honor, apreciado público que nos acompaña gracias a la tecnología, tengan ustedes muy buenas noches.

“En medio del camino de la vida, errante me encontré por selva oscura, en que la recta vía era perdida. ¡Ay, qué decir lo que era, es cosa dura, esa selva salvaje, áspera y fuerte, que en la mente renueva la pavura!” Estoy seguro de que muchos de ustedes ya habrán reconocido que se trata de un fragmento de La Divina Comedia, pero la reproducción de este no tiene por objetivo presumir de erudición, ni hacer que nos aburramos a morir. Al contrario, es, en este caso, un ticket de viaje, un pasaje inagotable que nos permitirá encontrarnos, y no perdernos, con nuestras pesadas y a la vez frágiles maletas, por los senderos que nos abre Amazonas ruta milenaria, en su tomo cuarto.

Dicho esto, quiero continuar mi comentario explicándoles mi voz, la perspectiva desde que me acerco a esta obra, que es la de un poblador ucayalino presuntamente en la mitad del camino de su vida, que se detiene y observa alrededor y que, lejos de sentir de la selva aparentemente oscura y áspera a la que aludí hace poco, puede ahora comprender, con más elementos, los matices de la Amazonía y sus pobladores, así como los prejuicios y aciertos, las luces y sombras que se han producido en su intento por comprenderla, y no siento temor, porque las circunstancias me han brindado una brújula, que no es otra que los cuatro capítulos de esta nueva publicación de Petroperú.

Y como hemos hablado de una brújula, sigamos navegando. Pero pongámonos un poco más especializados y empleemos la palabra cartografía, que es el arte de trazar mapas geográficos. El filósofo español Jesús Martín-Barbero, quien además hizo un posdoctorado en Antropología, es citado en el tema (o artículo) 11 de este libro: “Interacciones en las ciudades amazónicas desde la perspectiva de la cartografía móvil”, y es citado por que él hace una comparación de América Latina, y dice que ella es una “cartografía que se mueve en múltiples direcciones”, lo cual dificulta su comprensión. Añade él que, si observamos a América Latina desde arriba, la mirada parece completa y satisfecha, pero que esto no permite sentir las interacciones sociales, el dinamismo, por lo que se hace recomendable usar un lente de aumento, para poder mirar de cerca, sentir, sentir y dejarse afectar por los fenómenos observados.

Pero el acto de dejarse afectar es también una forma de comprender la existencia, tanto nuestra como de los demás, no desde una postura exclusivamente científica, sino más bien con la atenta curiosidad a la naturaleza humana. Un ejemplo de ello se aprecia en el capítulo III de este libro, sobre Héroes culturales e íconos, y específicamente en el dedicado a Raimundo Irineu Serra, un brasilero de antepasados africanos que respondió a sus inquietudes religiosas a través de la unión de la medicina tradicional amazónica (ayahuasca), la fe cristiana, el espiritismo kardecista y la umbanda afrobrasileña, todo ello en una religión creada por él mismo, en 1930. No obstante, la explicación de su identidad y de esta “religión de la ayahuasca” no se hace mediante la deformación o manipulación de la naturaleza de Raimundo Serra, como lamentablemente sí sucedió con las primeras fotografías hechas a la Amazonía peruana, que datan de 1868 y que son presentadas a nosotros a modo de extracto, también en otro artículo de este libro. En esas fotografías, los pobladores nativos de Iquitos, en ese entonces una próspera ciudad cauchera, eran intencionalmente mostrados como salvajes y enemigos de la noción de progreso que tenían el Estado peruano y caucheros como Julio César Arana; error que se ha mantenido como algo estático en el inconsciente colectivo de gran sector de la población peruana, que sin embargo tiene en este libro la posibilidad de iniciar un camino de reflexión y comenzar a pensar por sí misma, analizando primero cuál es el valor de verdad de las imágenes históricas, y evaluando luego si nuestras concepciones son justas y respetuosas.

Pero sigamos navegando, sin temor a naufragar ni a ahogarnos en estos estudios y crónicas sobre los pobladores de toda la Amazonía, tanto de Brasil, como de Ecuador, Colombia, Bolivia, Perú, entre otros, y ahora hagamos mención a otro desacierto que se impuso a nosotros, los habitantes de la selva peruana, en un país geográficamente amazónico, pero de idiosincrasia mayormente costeña. Me refiero a la etiqueta colocada a la mujer de la selva peruana, la misma que es catalogada de libertina sexualmente. Y este tema se aborda en el artículo denominado “La ‘charapa ardiente’ y la hipersexualización de las mujeres amazónicas en el Perú: perspectivas de mujeres locales”. Su autora es la doctora Angélica Motta, médico que nos explica que: “la referencia al tema de la sexualidad en la Amazonía peruana evoca con facilidad, en el contexto nacional, ideas de desorden y exceso”, debido a una “percepción de primitivismo, a discursos religiosos de pecado, a discursos naturalistas de degeneración, discursos de racismo científico y patologización de la sexualidad (…), actualizados a partir de la mirada de personajes tan variados como misioneros, expedicionarios científicos, buscadores de fortuna, militares, agentes de salud, entre otros que se han aproximado a la región”.

Sin embargo, esta concepción se mantiene, en palabras de la autora, “como resultado de un constante proceso de recreación a partir del diálogo entre perspectivas de actores externos e internos”. Es decir, la calificación de sexualmente libertinas que pesa sobre las mujeres de nuestra Amazonía es constantemente activada y empleada tanto por los pobladores de fuera como por la sociedad amazónica, en su intento de entender, aceptar o rebatir ese calificativo. A modo de ejemplo de esa lucha constante por encontrar una respuesta y derrumbar un perjuicio, copio las palabras de Sonia, mujer entrevistada por la autora de este artículo durante el desarrollo de su investigación: “Estábamos, ¿no?, en la reunión… así estaban tomando mis amigas… creo que era la universidad, me acuerdo que me dijeron ‘¿y, y las mujeres son ardientes y usted, cómo es?’ me dijo ‘yo quemo y te puedes quemar, así es que conmigo no te metas’, le dije así, ¿no?”.

Es bastante probable que mi percepción no falle y que muchos de los aquí presentes se hayan reído de la frescura de esta respuesta, cargada de humor, pero que sobre todo se hayan divertido por el hecho de haber abordado esta concepción generalizada en la sociedad peruana. Señores, como una vez bien lo dijo Gabriel García Márquez, ese es el tamaño de nuestra soledad, en la que la población de avanzada no reconoce las inquietudes y características de aquellos a quienes presumen como inferiores. Un gran porcentaje de la población peruana considera que este tema no debería ni siquiera ser tratado con seriedad, pero ello se debe a que no se comprende el peso psicológico que dicho prejuicio tiene sobre quienes se ven obligados a soportarlo, y por ello esa falta de comprensión se minimiza y se observa con sorna. Pero ¿constituye esta minimización o sorna una muestra del respeto a la dignidad que merece todo ser humano?, ¿o es más bien el reflejo de nuestras propias inseguridades, temores y estrechez de mente? Abramos entonces otro espacio de reflexión.

Acto seguido, quiero indicar que el conocimiento y aprehensión de la realidad puede significar un gran esfuerzo, un camino de avances y retrocesos que sin embargo tiene como recompensa mayores muestras de respeto y entendimiento mutuo, y permite una mejor interacción entre los seres humanos, que en gran medida no somos diferentes. Todos nosotros nos preocupamos por nuestra alimentación y bienestar físico, y lo mismo hace la población yaminahua, como lo demuestra la autora Laura Pérez Gil en su investigación sobre la noción de persona y el control alimentar de esta cultura, que a través de diferentes prácticas, como bañarse al amanecer, cuando el agua del río está todavía fría, ingerir infusiones preparadas con determinadas plantas, consumir sustancias como ayahuasca, tabaco, pimienta, entre otras, o excluir de la dieta animales como el otorongo, tigrillos, nutrias, caimanes, entre otros, permitirán, a quien respeta estas prácticas, llegar a ser un buen cazador y guerrero, ser trabajador o trabajadora, tener un cuerpo sano, fuerte y bello, poseer conocimientos medicinales y tener la capacidad de sanar a otros.

Y como en ocasiones las fronteras son invisibles, estas reglas de cuidado corporal también son compartidas, en mayor o menor medida, por la población urbana de ciudades gravitantes como Pucallpa. Recuerdo haber escuchado, cuando era niño, que determinada persona tiene un estómago fuerte porque le dieron manteca de oso, o que no se debe mirar mucho a un pelejo, u oso perezoso, porque puede “cutiparte” y hacer que termines adquiriendo las características conductuales de esa especie; es decir, volverte ocioso y lento.

A todos los temas antes referidos podría sumar otros igual o más interesantes, pero eso haría muy extenso este comentario. Y como ese no es mi objetivo, quiero ponerle fin con dos afirmaciones que pueden parecer evidentes, pero que creo importante mencionar. La primera es que nuestras culturas son únicas y diversas, y que ignorar este hecho tiene el mismo efecto que adaptar una caja de resonancia, colocarla sobre nuestras cabezas y golpear constantemente, pues solo logrará alterar nuestra percepción de las cosas, manteniéndonos en un triste y constante aturdimiento de la razón y los sentidos. Y la segunda afirmación es que, para poder llegar, primero es necesario partir.

Partamos, entonces, por esta longeva ruta que traza la selva lluviosa. Así podremos disfrutar de nuestra cerámica, nuestras formas de organización social, nuestro presente, la manera de explicarnos nuestra identidad, entre otros aspectos más. Y lo mejor es que no tendremos la pavura, o el pavor, de Dante Alighieri, que en un momento de su existencia sintió haber perdido el sendero, pues estamos premunidos de nuevos aparejos de orientación.

Finalmente, agradezco a Petroperú por esta nueva entrega sobre la Amazonía sudamericana, e invito a todos los presentes a leerla.

 

Sobre Óscar Barreto Linares

Nacido en Pucallpa, es abogado de profesión por la Universidad Nacional Hermilio Valdizán de Huánuco, con especialidad en arbitraje y egresado de la maestría en Solución de Conflictos de la Universidad San Martín de Porres.

Ha sido Jefe de la Unidad de Grados y Títulos de la Universidad Nacional Intercultural de la Amazonía y Secretario general en el Centro de Arbitraje de la Cámara de Comercio, Industria y Turismo de Ucayali.

Su pasión por las letras lo ha llevado a escribir dos libros de cuentos y un poemario. Algunos de sus relatos han sido incluidos en la “Antología de la literatura amazónica – autores contemporáneos” (Trazos Editores y Municipalidad Provincial de San Martín, 2014); en la antología “Escritos atrevidos” (Itinerancias Literarias del Tolima, Colombia); y en revistas literarias. Actualmente es Secretario General de la Casa del Poeta Peruano – filial Ucayali, entidad que está a cargo de la organización de la Feria del Libro de Pucallpa.