Carlos Roldán Del Águila Chávez

Expresar, transmitir, compartir y/o comunicar un sentimiento tiene que ver con los colectivos, con la comunidad y con la sociedad en su conjunto. Esta necesidad de hacerlo implica una permanente socialización, de “estar al tanto” o, simplemente, de ser consciente de qué terreno pisas, que espacio ocupas y, sobre todo, y lo más fundamental, cuál es tu papel en este escenario, en esta construcción social de la historia.

No es nuevo reflexionar sobre el papel que todos cumplimos en la construcción de nuestro legado, de nuestra huella, de nuestro patrimonio, el cual deberá ser tomado, apreciado o apropiado por nuestras descendencias, nuestros hijos y sus hijos. Lo que sí es nuevo es nuestra preocupación porque el sentido de pertenencia sea coherente, conocido y aceptado; de lo cual, al hacer un balance coyuntural, parece que no hemos avanzado mucho.

Si de algo sirve o debería servir, la intervención de la interpretación de nuestra historia, en sus diferentes formas, es en el contenido eficaz y demostrable que tienen los hechos históricos y qué utilidad le damos ahora en nuestra convivencia cotidiana. Muchas son las formas de explicar nuestro sentido de pertenencia y nuestro orgullo de identidad; la más atractiva y directa de todas ellas es el disfrute de los museos. En esta forma nos interesa aterrizar un momento.

De las formas de aprendizaje y experimentación contemporánea, nos quedamos con la de los museos. Ellos permiten no solo aprender y conocer información fundamental de las cosas sino, también generar situaciones de ánimo, desanimo, reacciones y sensaciones que nos activan la permanente necesidad de seguir ahondando en las cosas y en los hechos. En esta línea, el factor emocional es fundamental. No es lo mismo leer o ver fríos datos u objetos que te indican lo obvio y solo te permiten apreciar estética y armonía artística elemental, que entender procesos, apreciar historias, involucrar sentimientos y sensaciones al momento de visitar una exposición cualquiera.

Así de directo y emocional es (o debería serlo) el rol de los museos para las personas, para los colectivos, para los países o para la sociedad en su conjunto. Su universo de acción es inconmensurable, pero todos, sin excepción, podrían centralizarse en una sola idea: “Ser repositorios de memoria social”. A esta conclusión han llegado los museos públicos Iberoamericanos[1] luego de una década de entendimientos o consensos. Entender estos espacios como lugares para la reflexión, la crítica, la apertura, la tolerancia y, la disidencia.

Si bien la Real Academia Española (RAE) entiende a la disidencia como: Desacuerdo de opiniones. Apartamiento de las ideas de una doctrina, una creencia o una organización. Considerándose perniciosa para algunos regímenes políticos, habría que agregar que esa discrepancia se basa en la construcción intelectual del contenido de las cosas, por tanto, se entiende también que existe una cobertura completa de conocimiento para discrepar.

En esa línea los museos, hoy en día, apuntan a transgredir y transformar, subvertir y revolucionar, construir y desarrollar; dejar en la mesa todas las opciones explicativas para que el receptor o visitante emita o construya su propia opinión a partir de esto.

Esta forma de entender el funcionamiento de los museos en el mundo no es nueva, ya vienen funcionando así; y de hecho Latinoamérica tiene mucho que aportar a estas nuevas miradas de los museos[2]. Entonces: ¿es posible que una institucionalidad museística sea una poderosa herramienta política o un instrumento político? Si claro, de ahí la gran responsabilidad de los museos públicos, en presentar y accionar museos que permanentemente construyan y aporten al desarrollo del pensamiento crítico, contradictorio y a la vez dialéctico; y no solamente sirvan para el entretenimiento y la complicada posibilidad de facturación y retorno de las inversiones comprometidas.

Por otro lado, ser repositorios implica estar capacitados para custodiar, proteger, defender, conocer y valorar uno de los legados más valiosos de nuestra especie: La memoria, los hechos, los recuerdos, el pasado; los cuales se evidencias en los testimonios materiales e inmateriales. Ser custodios del componente más vital de las sociedades, nos referimos a su Patrimonio[3], en estricto a su memoria social. Y es que no podemos separar el hecho histórico de las evidencias materiales; una tiene sentido con la otra. Por tanto, el concepto de memoria social, ya utilizado en países como Ecuador, Colombia, México, Brasil, Argentina y Uruguay, cobra vigencia y se convierte en una necesidad para todos. Construir memoria reflexiva y analítica porque necesitamos de ella; en una región donde la credibilidad de las institucionalidades de poder viene en caída libre, no hay mejor remedio que el “memorar” o “rememorar” nuestra historia para revertir sus consecuencias actuales.

Pero que no se entienda que esta idea de memorar o rememorar en los museos no admite formas de apropiar o apreciar los contenidos de los mismos. Y ahí entramos a otro vital concepto; la Apropiación[4].

Este concepto se asocia a la necesidad de aplicar referentes metodológicos de gestión en el patrimonio, que pasa por establecer, previamente, criterios de pertenencia y de conexión que, pueden ser malinterpretados como acciones de privatización, expropiación e incluso depredación de los recursos patrimoniales. Lejos de esta idea, la necesidad de “apropiar” el Patrimonio en los museos y por ende en la sociedad, sugiere un cambio de conducta y de relación entre la sociedad y sus recursos culturales, antes inclusive de convertirse en producto cultural.

Al respecto del criterio de pertenencia, la que está implícita en la conducta humana desde siempre y estrechamente ligada inclusive con referentes emocionales de nostalgia, recuerdo y familiaridad, podemos inferir que la relación pertenencia-apropiación resulta siendo un componente vital para la construcción de identidad histórica.

La “apropiación” del patrimonio, en esos términos, puede contribuir a una relación con el individuo más sólida y coherente, permitiéndose consolidar elementos valorativos que fortalezcan su presencia, su accionar y su participación en la construcción de sociedades más equitativas. En esta línea los museos cuentan con los instrumentos adecuados para accionar estas conexiones.

Hace ya mas de un año, un 24 de agosto del 2022, en el marco de la 26 Conferencia General del ICOM realizada en Praga, la Asamblea General Extraordinaria del Consejo Internacional de Museos (ICOM) aprobó por abrumadora mayoría la nueva definición de “museo” que dice: “un museo es una institución sin ánimo de lucro, permanente y al servicio de la sociedad, que investiga, colecciona, conserva, interpreta y exhibe el patrimonio material e inmaterial. Abiertos al público, accesibles e inclusivos, los museos fomentan la diversidad y la sostenibilidad. Con la participación de las comunidades, los museos operan y comunican ética y profesionalmente, ofreciendo experiencias variadas para la educación, el disfrute, la reflexión y el intercambio de conocimientos”. Como vemos, es una importante luz de posibilidades y aperturas que los museos han incorporado en su quehacer cotidiano y es una gran oportunidad para pensar en los museos como instrumentos de transformación y libertad.

Países como los nuestros, con esta amplia y nueva definición de “museo”, tienen la oportunidad de reconocer sus esfuerzos, sus propuestas y sus planteamientos para “recuperar la memoria del olvido” a través de sus instituciones museales y para la construcción de memoria social que tanta falta nos hace en estos tiempos.

Las grandes consecuencias que generará esta nueva definición del ICOM en los museos del mundo, permitirá modernizar el accionar de los mismos. Modernizarlos, actualizarlos y, sobre todo, hacerlos más participativos con la población. Nuestra región está a la expectativa de lo que la institucionalidad publica en cultura y por ende en museos tiene para comprometer. En un contexto en donde ya hablamos de diversidad, accesibilidad, inclusión, reflexión y memoria; nuevas formas de entender y definir los museos son un avance importante para fortalecer la construcción y difusión identitario de nuestra sociedad.

Son tiempos de apertura, tolerancia y consideración entre todas las diversidades. Son tiempos de conocernos desde nuestras diferencias. Los museos pueden eso y mucho más.

Carlos Roldán Del Águila Chávez[5]

[1] Ver IBERMUSEOS (2017) “Programa Ibermuseos, 10 años de cooperación entre museos 2007-2017”. Programa Ibermuseos, AECID, Impreso en Brasil.

[2] Tal y como se puede apreciar en todos los museos públicos de Iberoamérica.

[3] Para efectos del presente artículo tomaremos la definición de patrimonio de Felipe Criado-Boado y David Barreiro de su ensayo “El patrimonio era otra cosa” (En Estudios Atacameños Nº 45, 2013. Pp.: 5-18); que lo define “como la huella de la memoria y el olvido”.

[4] O para enfocar mejor la idea, la Apreciación, que para este caso lo entenderemos como sinónimos.

[5] crdela@hotmail.com/Arqueólogo, investigador y gestor cultural.