Carlos Roldán Del Águila Chávez

Tema muy controversial este de las “devoluciones” de patrimonio cultural a sus lugares de origen de las colecciones de los museos; pues involucra el origen mismo de éstas y en donde, el factor tiempo juega un papel trascendental.

Partamos de preguntas: ¿Es justo devolver los objetos culturales extraídos, años atrás, de sus lugares de origen?;¿era necesario resguardarlos en lugares protegidos como los museos para evitar su depredación, destrucción o tráfico?; o, hoy en día, ¿esta práctica es oportuna todavía, de cara a la nueva intensión y propuesta de los museos en el mundo?

A ver ….

Los gabinetes de colecciones, a lo largo del tiempo y en todas partes en donde se instalaron, cumplieron un papel clave en la construcción de la memoria colectiva de los pueblos; es decir, algunos “amantes” o “curiosos” dedicaron su vida, tiempo y recursos a “acumular” objetos curiosos, extraños y/o representativos de alguna época, región, actividad o hecho específico. Muchos de estos “gabinetes” van a convertirse, posteriormente, en museos. Pero no era la única forma de constituir colecciones; la necesidad de atestiguar hechos del pasado, o de acumular o concentrar conocimiento, permitió que esta práctica, la de coleccionar, se convierta, además, en política pública en muchos países.

Así surgió la institucionalidad de los museos en los Estados clásicos y/o emergentes; con un objetivo absolutamente político de consolidar ideas o propuestas de poder del momento. Consolidada esta idea, a fines de los mil ochocientos e inclusive antes, la estrategia de constituir colecciones en los museos, permitía explorar zonas de la tierra aún no descubiertas o incorporadas al mundo moderno, o considerar territorios externos, foráneos o “allende los mares” dentro del escenario de la cultura universal. Expediciones y expedicionarios vinieron y se fueron de tierras tan lejanas como extrañas de América (del Sur principalmente), África, Asia, Oceanía entre otros.

De esta forma, en la medida que se iban complejizando los procesos, muchos casos de recuperación de objetos culturales o especímenes determinados; venían acompañados de “desarraigo” y/o “depredación”; además de procesos de entrega consensuada (ventas, obsequios o intercambios). Muchos de estos casos de repatriación han formado parte, o deberían formarlo, de procesos de devolución de un país a otro.

Como el “Penacho de Moctezuma”, actualmente en el Museo Etnológico de Viena, Austria, ahora el “Museo del Mundo”. Es un penacho o “quetzalapacancayótl” perteneciente al gobernante mexica Moctezuma, al parecer entregado como parte de los tesoros enviados a España hacia 1519. Actualmente espera las deliberaciones del pedido de México de su repatriación, lo que se dificulta por el estado de conservación de las plumas que conforman el “penacho”.

O como la “Cabeza de Wiracocha”, actualmente en el Museo de América de Madrid, España. Es un fragmento de escultura lítica (diorita) identificada en el “Amarucancha”, en el Cusco, Perú; representa al inca Viracocha o “Pachacuti” tanto por su tocado como por la representación de la “mascaipacha”. Recuperado en 1930 por el erudito español Juan Larrea en una expedición al Perú, específicamente Cusco, donde logró constituir una importante colección de objetos entre las cuales se ubicaba la “Cabeza de Viracocha”. Actualmente el gobierno peruano tramita su retorno al Perú.

O el “Moai de Rapa Nui” trasladada al Continente en 1870 en la Corbeta O’Higgins y que, luego de 152 años de haber estado en el Museo Nacional de Historia Natural de Santiago, regresa a la Isla Rapa Nui. Se trata de una escultura lítica de 715 kilos y que en febrero pasado partió de vuelta en la barcaza Rancagua como parte de un “Programa de Repatriación Ka Haka Hoki Mai Te Mana Tupuna” que el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Chile vienen ejecutando.

O el “Unku (Túnica) de Wiracocha”. Se trata de una camisa ceremonial ubicada en el Dumbarton Oaks de Nueva York, Estados Unidos; y constituye una de las principales piezas de ese museo; al parecer representado en los grabados de Guamán Poma y atribuida su pertenencia al inca Wiracocha. No se encuentra en proceso de repatriación, pero acaso ¿no debería estarlo? Todos estos casos, si bien consentidos y consensuados; el día de hoy se convierten en casos “íconos” representativos de las repatriaciones simbólicas de las culturas milenarias.

Ni que decir de todos los objetos egipcios ubicados en los principales museos de Europa (Museo Louvre en París, Francia; Museo Británico en Londres, Inglaterra; Neues Museum en Berlín, Alemania; Museo Egipcio de Turin, Italia; Museo de Antigüedades de Leiden, Países Bajos; o los museos con colecciones egipcias en España como en Barcelona y Madrid o en los Estados Unidos como Nueva York, Boston, Michigan o Chicago), que generarían una importante crisis de exhibiciones si estos son devueltos a sus lugares de origen, ahora que pueden custodiarlos y presentarlos como corresponde o inclusive mejor que como se presentaron hasta hace poco.

El punto central fue, proteger las maravillas patrimoniales de las culturas del mundo, evitando su olvido, abandono y destrucción; en esto, los museos cumplieron, y cumplen aun, un rol fundamental. Bien por eso; pero ¿y ahora?

En tiempos en que el desarrollo general permite que los países puedan, por fin, contar con infraestructura adecuada o con espacios locales adecuados, como parte de sus políticas públicas, para mantener, conservar y valorar sus patrimonios; esta idea de “resguardo” en lugares mejores, pierde sentido y genera una agenda pendiente entre países y dentro de los países. En esa línea, la comunidad internacional estableció una serie de acuerdos, convenios y compromisos de retornos de patrimonio en todos los Estados parte, como es el caso del Convenio de UNIDROIT (sobre los bienes culturales robados o exportados ilícitamente) por citar solo una de las herramientas internacionales para impedir el tráfico de una de las actividades clandestinas más lucrativas del planeta.

Hasta aquí, la problemática “repatriaciones, retornos, incautaciones” inclusive va bien, avanzando en comparación con las décadas pasadas. Pero, ¿y desde adentro?; desde el lado del interior de nuestro país que se vio despojado de su patrimonio?; tal vez con mas ahínco desde finales de los mil ochocientos; cuando la idea del “Museo Nacional” se iba gestando en los museos de arqueología, los museos universitarios o el museo de antropología. Todo proceso de excavación, que las hubieron en cantidad, todo plan de identificación de culturas, todo proceso de rescate en las épocas del crecimiento metropolitano, hasta hoy; generó que los materiales resultados de esos cambios sociales y urbanos vayan a parar al único museo que podía custodiar y proteger esos restos, al Museo de Antropología, luego llamado Museo de Antropología y Arqueología, luego Museo de Arqueología y Antropología y finalmente Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú. el espacio que permitió la protección de toneladas (literal) de restos culturales. Bien por esto; pero repito y ¿ahora?

Si el Museo Nacional de Chavín reclama las piezas del sitio Monumental de Chavín, o si el Museo Nacional Brunning hace lo mismo para con los materiales del Norte, o si para el mismo material lo hacen el Museo Tumbas Reales de Sipán, el Museo de Sitio Chotuna-Chornancap, el Museo Túcume o el de Chan Chan, o el de Huaraz para los materiales de la Sierra Central o el Regional de Ica para las gigantescas colecciones del sur del país. El MNAAHP ¿tendrá que devolver todas las piezas de su colección? Hoy por hoy, los museos del interior del país estan logrando cumplir los estándares adecuados para una oportuna y respetuosa custodia. ¿Es válido regresar lo que tantos años, esfuerzo y recursos nos tomó invertir para protegerlos? Es lo que está ocurriendo con las piezas líticas de la cultura Chavín; ¿luego de casi 150 años, regresará al lugar donde sirvió de “mesa de cocina” una de las piezas más emblemáticas de esa cultura y de la existencia del MNAAHP?

El tema está en la ausencia de política de colecciones públicas; no tenemos acuerdos integrales, cada museo estableció metodologías de protección y custodia que permitieron, de un modo u otro, la protección de los patrimonios que actualmente custodian, que son bastantes. ¿No es acaso tiempo de consensuar para establecer una política pública de manejo de colecciones que permita custodiar, proteger, conservar, estudiar (que es lo mas importante) exhibir y divulgar un patrimonio que es vastísimo y que tan solo utilizamos menos del 0,5 % del que se alberga?

Implica acuerdos, consensos y una mirada mas contemporánea del uso del patrimonio cultural. Implica salirnos de nuestros intereses públicos y privados y pensar como colectivo, como comunidad y como sociedad organizada; de lo cual ofrecemos poco o nada en nuestro país. Pero esta deficiencia no debería impedir que logremos un plan común para con nuestro patrimonio, para con nuestros valores patrimoniales, para con nuestras identidades. Se trata de dar el primer paso para que un lado no se sienta relegado y el otro lado no se sienta desconsiderado en su esfuerzo. Es momento de pensar en el “ahora” y en el “bien común”.

Ojalá alguna vez, podamos darnos el lujo de sentirnos fortalecidos por tener y mostrar un pasado milenario, un presente enorgullecedor y un futuro prometedor. Creo que si es posible.

Carlos Roldán DEL AGUILA Chávez[1]

Marzo, 2024

 

[1] crdela@hotmail.com/Arqueólogo, investigador y gestor cultural.