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10 Jun2021

Presentación de libro y homenaje sobre las mujeres que lucharon por la independencia del Perú

El pasado 2 de junio Ediciones Copé de Petroperú presentó un nuevo libro llamado “21. Relatos sobre mujeres que lucharon por la independencia del Perú”. La presentación liderada por la gerencia de Comunicaciones de Petroperú contó con los comentarios de las escritoras, docentes e investigadoras Giancarla Di Laura, Rocío Uchofen y Rocío Quispe-Agnoli, así como del señor José Donayre, encargado de la selección de autoras y prólogo del libro.

Esta nueva publicación es el segundo volumen de la serie 21. Relatos de la Independencia del Perú, instaurado por Petroperú en el 2019, bajo su Colección Bicentenario Petroperú y el sello Bicentenario de la República. El libro pretende iniciar una reflexión, desde el ámbito de la escritura creativa y la ficción literaria, sobre el largo y complejo proceso de la denominada “emancipación peruana”, pero con el particular enfoque de visibilizar el aporte femenino en la gesta libertaria.

“21. Relatos sobre mujeres que lucharon por la Independencia del Perú” reúne veintidós textos a cargo de veintidós escritoras que han escogido a las protagonistas de sus relatos, personajes históricos que en su mayoría no cuentan con un justo reconocimiento por su legado.

Conozcamos a las autoras participantes, sus relatos y las protagonistas de estos:

 

Carolina Cisneros («¡Llata es libre!» sobre Juana Moreno), Jéssica Rodríguez («La cacica», sobre Micaela Bastidas), Rossana Sala («Si la batalla hubiera sido hoy» sobre Tomasa Tito Condemayta), Andrea Rivera («Ciento nueve días» sobre Gregoria Apaza), Bethsabé Huamán («Doscientos azotes» sobre Cecilia Túpac Amaru), Yeniva Fernández («No me olvides, muchacha» sobre Marcela Castro), Rocío Qespi («La portadora de huesos» sobre Manuela Tito Condori y Margarita Condori), Micky Bolaños («El secreto del monillo» sobre Brígida Ochoa de Silva), Alejandra P. Demarini («La que habla» sobre Juana Toribia Ara), Marissa Bazán («Achakay» sobre María Bartola Xaime), Rosalí León-Ciliotta («El brazo desnudo» sobre Ventura Ccallamaqui), Victoria Vargas («Recuerdos desde una reclusión perpetua» sobre Magdalena Centeno), Lucía Noboa («La rubia rebelde» sobre Juana Noin), Karen Luy de Aliaga («No pasarán» sobre Cleofé de Toledo y María e Higinia Toledo), Marie Linares («Ecos de libertad en Concepción» sobre Bonifacia Pando), Lucy Fernández («Un trozo desprendido de la luna» sobre Tomasa Amat y García Mancebo), Sophie Canal («Carta a la ausente» sobre Paula Huamán), Ángela Luna («El pescador y la dama limeña» sobre Juana de Dios Manrique de Luna), Leslie Guevara («¡Viva la patria!» sobre Emeteria Ríos de Palomo), Claudia Salazar («Una entrevista» sobre Manuela Sáenz), Kathy Serrano («Aroma de jazmines con espejo» sobre Rosa Campuzano) y Angelita Velásquez («María Angélica» a manera de bonus track, pues se basa en personajes de ficción).

“Breve reseña de cada relato”

Juana Moreno es la protagonista de «¡Llata es libre!» de Carolina Cisneros, relato que gira en torno al levantamiento ocurrido, en una ciudad huanuqueña, tres años antes de la rebelión de Túpac Amaru II y Micaela Bastidas. A partir de una atmósfera onírica, la trama va surgiendo hasta asentar el conflicto que se muestra en las primeras líneas. La reconstrucción de los hechos va mostrando cómo Juana Moreno organiza a los indígenas y dirige el asalto a la casa de Domingo de la Cajiga para ser ajusticiado por sus abusos.

«La cacica» de Jéssica Rodríguez nos acerca a la rebelión indígena encabezada por Túpac Amaru II y Micaela Bastidas. Rodríguez indaga en las motivaciones de esta pareja cusqueña a inicios de 1777, a tres años de una rebelión indígena que puso en aprietos al virrey De Jáuregui. Identidad, herencia y justicia son los principales intereses que lleva a Condorcanqui a enfrentar la burocracia limeña, y a Bastidas, a intuir los alcances de la inminente guerra a partir de los silencios de su esposo. Rodríguez recrea a una luchadora que se acercó a la muerte como vivió: valiente y rebelde.

Desde la lógica trivial de las redes sociales, Rossana Sala construye y deconstruye la biografía de Tomasa Tito Condemayta en «Si la batalla hubiera sido hoy», con una fuerte dosis de crítica metatextual, usando el estribillo «Pocos la vieron. Pocos la conocen. Pocos la recuerdan». La autora cuenta, especula y reflexiona en torno a esta cacica, quien, entre otros hechos de acción, enfrentó a soldados realistas para impedirles el paso en el puente de Pillpinto. A doscientos cuarenta años de su muerte por garrote, su «perfil» no solo se diluye en el registro histórico, sino que su retrato se transfigura en una estampilla.

«Ciento nueve días» de Andrea Rivera es un cuento de registro fantástico que permite, mediante el artificio de volver al pasado al atravesar un pasaje, estar en los zapatos de Gregoria Apaza, hermana de Túpac Katari y pareja de Andrés Túpac Amaru —sobrino de Túpac Amaru II—. La autora nos ubica en Alto Perú —territorio que perteneció intermitentemente al Virreinato del Perú bajo diferentes denominaciones—, en un momento de grandes rebeliones indígenas. El título del cuento alude al tiempo del asedio a La Paz, donde convergen los sueños por la libertad, y sus nefastas consecuencias en 1782.

«Doscientos azotes» de Bethsabé Huamán es un título suficientemente claro para advertir lo que le sucedió a Cecilia Túpac Amaru por haber formado parte de la rebelión más importante del siglo XVIII contra la Corona española. La reiteración de la onomatopeya «zaz» permite el paso, en casi todos los casos, de una narración en tercera persona a un testimonio de reflexión poética, mítica y apocalíptica, en primera persona. Pero es también el corolario de una ironía: no obstante, el ninguneo y la subestimación de la mujer, una guerrera merece el mismo o peor castigo que el más profesional de los soldados.

«No me olvides, muchacha» de Yeniva Fernández es un relato a contrapunto entre el presente y el siglo XVIII, en el que Luisa, quien ha sufrido la pérdida de su hijo, encuentra al pasar de un sueño a otro a la cusqueña Marcela Castro Puyucahua, ejecutada en 1783 por formar parte de la rebelión de Túpac Amaru II y Micaela Bastidas. A pesar de la ausencia de una flor de Coleridge, la tangibilidad de la experiencia onírica se resume en dos lecciones: la imposibilidad de lograr una victoria sin la participación de las mujeres y la importancia de aceptar a tiempo toda tragedia.

«La portadora de huesos» de Rocío Qespi nos involucra en la intimidad de un diálogo metafísico entre Manuela Tito Condori y su tía paterna Margarita Condori, condenadas a recorrer descalzas mil cuatrocientos kilómetros. Ambientado entre octubre y diciembre de 1783, el relato nos revela cómo los sueños se truncan, pero queda la esperanza de un ajuste de cuentas por medio de la consecución del mito. Para ello, Manuela debe asumir el encargo de llevar un bulto cuyo contenido debe esparcir dosificadamente a lo largo de la ruta de la caravana de la muerte.

«El secreto del monillo» de Micky Bolaños nos conduce por las andanzas de Brígida Silva de Ochoa, mujer que dedicara más de diez años, a partir de 1809, a espiar y traficar información. El relato apunta a explorar un momento crítico de Silva, en el que el cálculo político —o el reconocimiento por su dedicación a la causa libertadora— pasa a segundo plano por una motivación mayor. Bolaños pincela finamente al personaje, pero, sobre todo, profundiza en su personalidad impetuosa, para cerrar el relato con una incertidumbre que se mantiene hasta nuestros días.

«La que habla» de Alejandra P. Demarini se ambienta en Tacna, entre el grito de libertad de 1811 y lo que sucede tras la revuelta de 1813, con Juana Toribia Ara como protagonista. El mayor conflicto de este relato no es haber disfrutado una independencia de solo tres días sino una hábil negociación por una libertad particular. Este relato, cargado de guiños, claves e insinuaciones, entre lo que se dice, se calla y se sugiere, fluye sin asperezas para delinear una época de fuertes convicciones que consiguen triunfar e imponerse en un ámbito distinto al del campo de batalla.

Con el cuento «Achakay», Marissa Bazán recrea aspectos de la vida de María Bartola Xaime y lo ocurrido en los primeros meses de 1812, en el pueblo huanuqueño de Chupán. El hilo conductor es tanto su afán de saber más por medio de lecturas escogidas como su interés por decantar su identidad en tanto hija de india y español. A partir de este conflicto personal, y la voluntad de ser libre e inspirarla en su medio, un comentario malintencionado se convierte en una infamia colectiva hasta que Bartola es tomada por bruja para recibir los más cruentos vejámenes.

Rosalí León-Ciliotta recrea lo llevado a cabo por Ventura Barrientos, apodada Ccallamaqui, en el cuartel huamanguino de Santa Catalina en 1814. «El brazo desnudo» es la historia de una mujer que empieza a empoderarse a partir de una transformación interior hasta cobrar notoriedad entre sus pares, en la plaza del mercado, a fin de liberar a los hombres levados por el ejército realista. Ante una ironía proferida por el capitán De la Moya, Ccalamaqui asume su apodo con orgullo para afirmar que la leyenda es real, y sostiene su determinación ante un cañón cargado.

Siguiendo los códigos de la ficción fantástica, «Recuerdos desde una reclusión perpetua» de Victoria Vargas se circunscribe a lo que tuvo que afrontar Magdalena Centeno, en Arequipa, por alojar en su casa a un cuestionado Mateo Pumacahua. Este diálogo entre fantasmas genera la verosimilitud suficiente para dar rienda suelta a la perspicacia de la interlocutora-narradora, que descubre sucesivamente detalles que se obvian en la historiografía. Dudas, suspicacias y sospechas caracterizan una cotidianeidad de conspiraciones y deslealtades entre 1814 y 1815. Así, lo vivido se coteja ante lo registrado, desde una memoria palpitante y la prisión misma de la eternidad.

En Cusco, en octubre de 1815, tras la muerte de Pumacahua, los hermanos Angulo y otros jefes insurgentes, fue apresada, entre otros contertulios, Juana Noin. En «La rubia rebelde», Lucía Noboa dibuja las motivaciones de la Rubia, como aquella era llamada, para abrazar la causa independentista. Las mujeres no pertenecían a los campos de batalla, y esa constatación la llevó a aborrecer su condición de mujer: un cuerpo inútil que no servía para luchar por sus ideales con la intensidad que ella deseaba. El castigo por su rebeldía: ser atada a un cañón y recibir cincuenta azotes sobre la pollera interior.

En pleno fuego cruzado, el derribo del puente Balsas que organizaron las Toledo es relatado desde el ejercicio de la memoria de María o Higinia en «No pasarán» de Karen Luy de Aliaga. El hecho, ocurrido en Concepción (Junín), meses antes de que José de San Martín ingresara en Lima, indaga en las incertidumbres que asaltan a quienes están por enfrentar a la muerte por una causa mayor. Así, la arenga de Cleofé Ramos, madre de María e Higinia Toledo, y la entereza para encabezar a los montoneros para cumplir con lo planeado, potencian el deseo que surge en el desenlace.

Bonifacia Pando es la protagonista de «Ecos de libertad en Concepción». De acuerdo con Marie Linares, autora del cuento, de ella más hablan los ecos de las montañas de su pueblo, donde aún permanecen en vigilante esplendor los espíritus de los montoneros indígenas, mientras los libros de historia reservan sus páginas para algunos héroes. Lo sufrido en mayo de 1821 por Bonifacia Pando y su esposo Paulino Monge es un relato de profundas raíces desde la intimidad de la duda y la esperanza de una pareja patriota dispuesta a sacrificar todo por una nación libre.

Lucy Fernández, autora de «Un trozo desprendido de la luna», traza, desde los hábitos y costumbres de Tomasa Amat y García Mancebo, dama de sociedad involucrada con la causa independentista y nieta de la famosa Perricholi, el recorrido de San Martín desde su desembarco en Paracas (septiembre de 1820) hasta la proclamación de la Independencia en Lima (julio de 1821). Fernández, mediante los elementos que nombra en sus descripciones, genera un sustrato in crescendo hasta resumirse en un objeto simbólico final. Después de todo, una guerra no se gana sin promesas ni contribuciones.

«Carta a la ausente» de Sophie Canal es un esfuerzo metatextual y autorreferencial por reconstruir la existencia de Paula Huamán —y de Eufrasia Ramos— a partir de un breve párrafo registrado por la historia. Canal estructura su relato en tres epístolas, una de ellas fechada en Tarma, el 2 de mayo de 1822, para pretender, mediante una complicidad erigida desde un diálogo (o monólogo) templado por la sororidad, una respuesta que explique el ninguneo histórico de una persona que se sacrificó por su patria. Lo que ofrece la autora como «desenlace» es una explanación que se circunscribe a los fueros de la más cruel exclusión.

«El pescador y la dama limeña» de Ángela Luna nos sitúa en una Lima recobrada por los realistas, cuando no pocas mujeres pasan de ser anexos de hombres importantes a formar parte de la resistencia femenina. El relato da cuenta de los avances y retrocesos de la causa emancipadora desde una narradora testigo que recrea fluidamente un momento de gran complejidad militar y política. Así nos enteramos de las andanzas de Juana de Dios Manrique de Luna, en el momento que suma a la causa patriota a José Olaya, así como del trágico final de este, en junio de 1823.

En «¡Viva la patria!» de Leslie Guevara se relata el interrogatorio y tortura que padece Emeteria Ríos de Palomo ante un José de Canterac desesperado por arrancarle información, tras los sucesos de 1823, favorables a los realistas, en Huamantanga, Quipan, Marco y Puruchuco. Lo que está en juego es la vida de los montoneros, una información que la protagonista se reservará con patriotismo y valentía, pero también el hecho de permanecer, a la postre, por medio de la palabra escrita, para el cumplimiento del doble sueño de la patriota de Huaral con José de San Martín.

Con «Una entrevista» de Claudia Salazar estamos ante una Manuela Sáenz cercana a su muerte, en plena década de 1850, viviendo austeramente en Paita. El relato sigue el formato de una entrevista periodística, diálogo que permite saltar en el tiempo y el espacio para reconstruir la existencia de la mujer que estuvo al lado de Simón Bolívar, pero que los prejuicios limeños la dejaron al margen de los registros que dan cuenta de los momentos decisivos que consolidaron nuestra Independencia. El diálogo termina desentrañando más de una verdad que ha pasado inadvertida entre los renglones de la historia.

«Aroma de jazmines con espejo» de Kathy Serrano se ambienta en la actualidad, en la que fuera casa limeña de Rosa Campuzano, convertida en una suerte de hotel temático. La llamada Protectora logra ponerse en contacto con la actriz que la interpretará en un filme a propósito del Bicentenario de la Independencia. Por medio de la palabra escrita, ambas mujeres se involucran entre sí, y van descubriendo que, no obstante, la sustancia espacial que las separa, son protagonistas de una misma historia que las subleva.

«María Angélica» es el título del relato de Angelita Velásquez. Sus protagonistas, María y Angélica, son los únicos personajes de ficción del presente volumen. Este bonus track, que de algún modo quiebra el simbolismo de la cantidad de relatos, aporta en la medida de que reflexiona sobre la identidad desde un diálogo intertextual e indaga en los compromisos de la reescritura a propósito de una conmemoración patriótica. Velásquez propone una evolución de los valores revolucionarios, sobre todo desde el ejercicio ciudadano de la mujer, pues su independencia empieza por decidir sobre su cuerpo como territorio autónomo lejos de los intereses del patriarcado.

Accede al libro en el siguiente enlace: https://bit.ly/BibliotecaCope