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Cuando John Hyslop inicia en 1978 el Proyecto Camino Inca, pocas investigaciones previas habían dado suficiente importancia al tema caminero en la región andina. En 1936, Alberto Regal realiza una minuciosa recopilación bibliográfica para proporcionar un panorama completo del conocimiento sobre los caminos incas. Los grandes viajeros del XIX y XVIII, como Antonio Raimondi, Alexander von Humbolt, George Squier, entre otros, habían registrado la magnificencia de los caminos incas y, al igual que los cronistas del siglo XVI, se habían quedado maravillados ante tremenda factura constructiva y de organización. El cronista Cieza de León describe como “Se ve el camino de los incas, tan famoso en estas (tierras) que el que hizo Aníbal por los Alpes cuando bajó a Italia. Y puede ser tenido este (el de los incas) por más estimación, así por los grandes aposentos y depósitos que había en todo él […]. Vista la grandeza de la tierra y los caminos incas tan anchos y tan insignes”. (1973 [1553]: 102-103).
En el año 2000, Ricardo Espinoza culmina un recorrido del Qhapaq Ñan desde Quito hasta La Paz, divulgando el camino, los sitios arqueológicos vinculados, sus paisajes y paisanajes[1]. Pero será en el año 2001 cuando el Qhapaq Ñan y lo que simboliza, como expresión del proyecto político llamado Tawantinsuyu, entre con mayúsculas en la política del Perú y, por ende, en la historia oficial. Dos hitos marcan este proceso: la publicación del Decreto Supremo N° 0031-2001-ED, rubricado por el fallecido presidente Valentín Paniagua, de creación del Proyecto Qhapaq Ñan, que continua activo 15 años después; y la inscripción conjunta en el 2001 del Qhapaq Ñan en la Lista Indicativa de la UNESCO, donde el Perú invita a las actuales repúblicas de Argentina, Bolivia, Colombia, Chile y Ecuador a avanzar unidos en el camino de la nominación a Patrimonio Mundial. La inscripción se logra en junio de 2014 en la trigésimo octava reunión del Comité de Patrimonio Mundial de la UNESCO, en la ciudad de Doha, Qatar. Este proceso de nominación constituyó un hito sin precedentes en la UNESCO, pues era la primera vez que seis países se ponían de acuerdo en un propósito de nominación común, con un gran simbolismo político y cultural para las naciones andinas.
Con la declaratoria de Patrimonio Mundial, el Qhapaq Ñan se convierte en un camino para el mundo donde confluyen diferentes visiones que se entretejen: la visión política panandina y de posicionamiento en el escenario internacional. Se abre paso la Historia contada desde el Estado.
Y la visión del usuario del camino, el poblador local que, después de cinco siglos, sigue construyendo una relación funcional y emocional con el camino, según sus propias lógicas de uso y manejo del territorio. A la visión del poblador local se suma la del turista, atraído por la imagen construida del camino en el escenario global.
(…)
Qhapaq Ñan, memorias de territorios, voces y piedras nos acerca al camino que recorrió Hyslop en un alcance regional para comprenderlo desde sus piedras, como experiencia vital, como articulador de respuestas territoriales ante las diferencias geográficas, pero también como testigo de voces no siempre escuchadas. Las imágenes de Walter Wust, Antonio Gargate y Aldo Bolaños reflejan los cambios y permanencias del camino en su discurrir por el espacio geográfico. El paso del camino nos muestra los hitos que marcan paisajes de significancia para la memoria local; también nos guía por las soluciones técnicas, ante una geografía difícil, que arrancaron fertilidad a la tierra. Aquí a las fotografías nítidas y contundentes del modelamiento de las vertientes, se adicionan los dibujos de Alejandro Jaime sobre los sistemas de andenerías, que nos permiten desentrañar, desde el imaginario de un artista, el proceso de la construcción del paisaje. Las imágenes continúan un periplo por los caminos, animados por su uso en el día a día, donde después de las piedras y la tierra, llegó el cemento y los cambios en las formas de ocupación de los espacios precoloniales, y donde las diferentes voces resuenan en los registros que Sébastien Jallade ha captado en su recorrido por la geografía del Qhapaq Ñan, que nos hablan de otras formas de comprender el camino, de otras nociones del concepto de patrimonio.
Es, finalmente, en las apachetas a la vera del camino que Rudolph Castro ha encontrado mejor expresado el sentido de comunión del hombre con la Naturaleza y le ha dado forma a partir de su intervención artística. Y es que, detrás de las piedras, nos quedan las voces, el registro de las cotidianeidades y las aspiraciones de los usuarios de territorios y caminos, hacedores continuos de apachetas, aprehendidas como símbolo de una forma de entender y avanzar en el territorio que se remonta en el tiempo y que ya el cronista José de Acosta resaltara “[…] Y como son tales sus dioses, así son donosas las cosas que les ofrecen, cuando los adoran. Usan cuando van de camino, echar en los mismos caminos o encrucijadas, en los cerros y, principalmente, en las cumbres que llaman apachitas, calzados viejos y plumas, coca mascada, que es una yerba que mucho usan, y cuando no pueden más, siquiera una piedra; y dicen que las ofrecen como ofrenda para que les dejen pasar y les den fuerzas, y dicen que las cobran con esto, como se refiere en un Concilio provincial del Piru. Y así se hallan en esos caminos muy grandes rimeros de estas piedras ofrecidas […]” (1590).
Por todo ello, explorar otras formas de pensar el patrimonio permite también ampliar el alcance del Qhapaq Ñan más allá de un hecho arqueológico para insertarlo en la problemática y los retos del Perú del siglo XXI, atravesados por las implicancias del cambio climático[2]. El Qhapaq Ñan conecta importantes zonas de biodiversidad, atesora riquezas genéticas ante la inseguridad alimentaria y mantiene formas de vida que son un referente para iniciar medidas de mitigación y adaptación a los cambios que ya han empezado. Es vocero de otra forma de entender el camino y el patrimonio porque en el terreno, otras son las necesidades. La declaratoria como Patrimonio Mundial debe servir para mucho más que para preservar una herencia milenaria de visión panandina. Tiene una enorme responsabilidad a la hora de acercar el patrimonio desde una relación concepción-acción más útil a la población, que permita revalorizar los viejos objetos con funciones acordes a la magnitud de los nuevos retos identificados en los escenarios locales, que ayude a avanzar en soluciones para la adaptación al cambio climático, a superar los desequilibrios territoriales y a reposicionar el discurso del patrimonio en la sociedad actual, desde planteamientos más propositivos y menos restrictivos. La memoria del camino está ahí, evitar su olvido depende de todos.
Guadalupe Martínez
Curadora
Exposición Qhapaq Ñan, memorias de territorios,
voces y piedras
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[1] Paisanaje. Circunstancia de ser paisanos (del mismo país) (Moliner, 1988. Diccionario de uso del español. Ed. Gredos. Madrid). Es importante precisar que el concepto país puede ir referido a diferentes escalas geográficas, desde la nacional a la local.
[2] Las Naciones Unidas para el Desarrollo-PNUD, oficina de Lima en su Informe sobre Desarrollo Humano Perú 2013. Cambio climático y territorio: Desafíos y respuestas para un futuro sostenible señala que “El Perú confronta, sin embargo, una seria amenaza que puede paralizar y revertir los logros alcanzados con gran esfuerzo: el cambio climático ya está entre nosotros y sus impactos adversos ya se dejan sentir en todo el territorio nacional”.