Mira la reseña de la novela Criba, Premio Copé de Novela 2013, del escritor Julián Pérez Huarancca; aparecido en el reciente número de la revista “Buen Salvaje” (Número 15, marzo-abril 2015).
Novela. El tópico literario recurrente en la literatura peruana de estos últimos años ha sido, y aún es, la violencia política de los ochenta. Muchos escritores polemizan acerca de quién tiene el verdadero deber de contar literariamente lo sucedido: si los que vivieron el conflicto armado en carne propia o autores que han ficcionado sobre el tema sin experiencia directa.
En ese sentido, esta novela ha hecho aparición en un contexto donde la novela-de-violencia-política parece poco a poco dejar de imponerse como el tema principal entre los escritores de esta última década. Al menos podríamos preguntarnos si Criba podría ser la novela que paute un viraje en este tema recurrente.
Criba nos trae de regreso el espacio constantemente evocado por su autor: Ayacucho. Y sus personajes transitan por Pumaranra, Huamanga, Huatatas, Ica, entre otros. Estructuralmente, se compone de tres registros narrativos bien diferenciados, repartidos en los cuarenta y siete capítulos que la novela contiene. El primero versa de las conversaciones entre Fidencio Molina y Fabián Narváez junto con otros amigos que se embriagan para recordar las vivencias pasadas y las mujeres de su juventud, entre ellas la Musa, la joven Evangelina Delgadillo. El segundo registro es la confesión de parte de la mencionada, que hace remembranza de su relación personal con Manuel Bajalqui, además de sus reflexiones sobre la violencia en los ochenta y las diversas perspectivas que han tejido intelectuales, políticos, artistas. Y en el tercer registro se halla el relato de parte de Manuel y su educación al lado de su abuelo, Gerardo, con quien vive diversas aventuras y del que recibe enseñanzas así como también diversas leyendas andinas. Este personaje es de vital importancia, pues gracias a los diversos registros narrativos entenderemos su personalidad y la elección por la lucha armada que lo llevó de estar preso a pasar a la clandestinidad.
Creemos que esta novela tiene un propósito diferente en cada registro narrativo. Si bien siento predilección por la parte del relato de abuelo y nieto, en nuestra lectura hallamos que en el fragmento de los amigos en copas se festeja la vida y el recuerdo previo a la violencia, pero que también evoca el terror de épocas pasadas. Bien podría el narrador mostrar el sistema de tortura aplicado a los sospechosos o denigrar a los militares o al grupo senderista, pero no: se decanta por evidenciar el sufrimiento de las víctimas y su hambre de justicia.
La parte del libro dedicada a Evangelina se presenta como un diálogo con las diversas películas, novelas, incluso comisiones que han tratado de traer a la luz lo sucedido en Ayacucho. Esta es la parte más intelectual, donde Evangelina saca a colación su bagaje académico para rebatir algunas ideas.
El segmento de Manuel y de su abuelo nos permite gozar con una narración plagada de mitos y costumbres de los pueblos de Ayacucho, como de escenas plagadas de humor y sensualidad.
Confesiones aparte, Criba es una novela que ovaciona la vida, el jolgorio y al hombre ayacuchano; además, elige mostrar escenas menos violentas del terrorismo para concentrarse en dar otra visión más matizada del conflicto y así mostrarnos los dilemas que enfrentó la población en la época del conflicto.
Por Aarón Pajuelo
Mira el artículo publicado en: http://buensalvaje.com/2015/04/23/criba/