Luis Guillermo Lumbreras

Esta pandemia es un latigazo de tres puntas que nos ha llegado encima. Ocurrió algo muy parecido hace 200 años, más, más, más, hace 300 o 400 años. En este punto es preciso preguntarnos ¿cómo es que desaparecieron todas las lenguas de la costa?, todas las lenguas desaparecieron, no solo desapareció la gente, quedó una que otra persona, en un vallecito, y en algunos casos, incluso nos ha permitido descubrir que existían dos o tres lenguas, perdidas por ahí, que ya casi no se entendían porque era una “viejita”, una anciana que la hablaba y se pudo obtener algo de ello; pero luego desaparecieron.

¿Qué se hablaba en la región de Ancash?, ¿en la costa?, en la ciudad se hablaba un tipo de quechua determinado, en la costa igual, ¿qué pasaba en toda la costa del Ecuador? Lo que hubo fue una cosa, fue una pandemia, lo que ocurrió, porque ocurre y eso es bien interesante confirmarlo, que en todo el mundo estaba ocurriendo lo mismo en esa etapa, los cambios impresionantes, lo que ocurrió en el siglo XII, en el siglo XIII, en el mundo entero, fue un cambio. En el siglo XIV, fue un cambio de todo y hoy acá, el cambio fue violento también, yo pienso que nosotros estamos ingresando recién a una etapa, no sé si duramente perversa o si duramente benéfica. Yo creo que esta situación que estamos viviendo nos está obligando a tratar de entendernos mejor y cambiar, necesitamos cambiar, no estamos bien, nosotros sabemos que no estamos bien, por eso nos quejamos todos y todo el tiempo.

No nos hemos dado cuenta acaso que toda la canción popular desde el tango argentino, tango de barrios, digamos, hasta las cosas que cantan los mexicanos, y con todos nuestros huaynos y nuestros valses, todos somos quejosos, todo es lamento, es queja, es incertidumbre, es esperanza de futuro, hay cosas maravillosas que nacen de eso. Las composiciones de Alicia Maguiña, por ejemplo, son fabulosas, y las de barrios; otros cantantes. Nuestros autores, nuestros principales vates, poetas, como César Vallejo son quejosos y tristes, esta cosa tiene que ver, creo yo, con esta situación especial que nosotros tenemos de haber nacido de un vientre colonial en esta etapa de nuestra vida.

Nosotros hemos tenido la condición de primer país del mundo, en el siglo XIV, el libro de Erick Wolf, ambientado en ese tiempo, que no tiene nada que ver con nosotros, es un libro en el cual se describe un Perú impresionante del siglo XIV, comparado con China, comparado con los tres o cuatro lugares más importantes del mundo. Ahí estamos nosotros, ¿por qué? Pues porque logramos domesticar este mundo y hacerlo nuestro. ¿Esta situación no se puede volver a tener ahora acaso?, nuestra expectativa es que sí se puede. Si nosotros comenzamos a introducir los cambios, que ahora están comenzando a considerarse importantes, podemos llegar a lograrlo.

Yo, en ese sentido soy optimista, creo que estamos caminando hacia mejor. Hemos pasado periodos “más piores” como se dice. La situación ha sido muy grave, hemos tenido un siglo XIX terrible, nosotros no lo vemos con tranquilidad. El siglo XIX ha sido un siglo realmente bochornoso, los comienzos del siglo XX igual. Pero ahí, en los comienzos del siglo XX fue cuando comenzamos a combatir las cosas y a pensar en nosotros mismos. Pero el siglo XIX en realidad era tratar de ver qué cosa podíamos vender y punto, y explotar lo que podíamos vender hasta agotarlo, eso se colmó hasta la época del caucho y la época reciente de la venta de harina de pescado. Tales, son el reflejo de todo este proceso de vida colonial.

Todo esto lo estamos superando y lo hemos ido superando. Mi perspectiva respecto a qué va a pasar ahora es que hay varias cosas que se nos ponen al frente. Cuando Fidel Castro y el “Che” Guevara tomaron el poder en Cuba, ¿qué fue lo primero que anunciaron como deber revolucionario?, ellos defendieron que debía fortalecerse la Salud y la Educación. Entonces lo que había que hacer era formar médicos, en cantidades, con las mejores atenciones posibles, hacer la mejor medicina posible y lo lograron; los médicos cubanos han podido darse el lujo de ir a África, ir a Europa, ir a toda América, a prestar sus servicios como los mejores, en las mejores escuelas de medicina que había en ese momento.

Pero al mismo tiempo también la Educación; oiga las transformaciones que han introducido estos caballeros en la educación primaria y secundaria, es notable. Todo lo demás “al lado de”. Esto era lo central, es decir, formar a la gente saludable, esto era todo el problema, la gente no está viviendo bien, hay que darle salud, la gente no está pensando y haciendo bien las cosas, hay que darles una educación.

Y eso es lo primero que esta pandemia nos ha enseñado: todos nuestros problemas. Las cosas que se critican hoy aquí son: oiga que no hay oxígeno, que falta oxígeno, no hay camas suficientes, los hospitales son una porquería, no hay casi hospitales, hay tres o cuatro y no más, y la educación hoy está mal. Es cierto pues, todo eso fue dejado totalmente del lado, en el cuarto o quinto nivel de preocupación de nuestros legisladores, a lo largo de toda la historia de estos que están ahora. Nunca, la salud y la educación fueron el primer rubro de preocupación central, la mayor parte de los recursos del Estado no se derivarán en esa dirección.

Yo considero que esta pandemia tiene la virtud, ya la tiene, de haber enseñado un rumbo sustantivo para el cambio. Tenemos que pensar en la gente y para pensar en ella hay dos rubros en los que hay que pensar: salud y educación, los demás son cosas que se ligan a esto, pero si no hay salud y no hay educación, pasa lo que está pasando y eso ha sido duramente golpeado con este látigo de tres puntas que se llama la pandemia.

Esta historia sigue y quienes están siguiendo somos nosotros. Algo he aprendido en relación con esto y he tenido la satisfacción de escuchar a gente muy joven hablar en esa misma dirección, con ese mismo lenguaje. Los incas no han muerto, los preincas tampoco, seguimos vivos. Esta cosa importante, es algo que vale la pena tener presente y yo les debo a ustedes la posibilidad de poder seguir hablando, 50 años después, de una cosa que nació casi, de manera anecdótica, en medio de las demandas académicas de mi universidad: San Marcos.

Muchas gracias.