Ricardo González Vigil

Además de compilar el valioso volumen Nueve acercamientos a Ulises de James Joyce en el centenario de su publicación (2022), el poeta y crítico (faceta en la que destaca su conocimiento de la inmensa bibliografía joyceana) Paolo de Lima ha tenido el enorme acierto de investigar la recepción peruana de la obra maestra de Joyce y brindarnos la cosecha espléndida de Ulises de Joyce en el Perú. Artículos de autores peruanos (Revuelta Editores y Academia Peruana de la Lengua, 2023): quince textos, publicados, entre 1925 y 2019, por los notables críticos Aurelio Miro Quesada Sosa, José Carlos Mariátegui, Luis Alberto Sánchez, Rodolfo Ledgard, Estuardo Núñez, Julio Ortega y Yolanda Westphalen Rodríguez; los descollantes narradores (artífices verbales y ensayistas de fuste) Gregorio Martínez, Carlos Eduardo Zavaleta, Luis Loayza, Miguel Gutiérrez y Mario Vargas Llosa; y el caso excepcional del mayor amigo de lengua española que tuvo Joyce en los años 20-30: Víctor Llona.

ÁMBITO VANGUARDISTA

Al contacto directo de Llona con Joyce, sellado por la facilidad poliglota de ambos y el mutuo deleitarse con el juego jocoserio y obsceno-epifánico de las palabras (en la senda de Rabelais) y del engranaje narrativo (en la ruta de Sterne); debe sumarse que los jóvenes vanguardistas peruanos estaban al tanto de las novedades (sobre todo, las parisinas). Entre ellas, cobró relieve singular Ulises, no sólo por los escándalos que suscitaron capítulos suyos difundidos en revistas desde 1918; sino por los elogiosísimos estudios de Valery Larbaud (desde 1921), T.S. Eliot, etc.

Precisamente, Adalberto Varallanos (el primero que fraguó “monólogos interiores” en la narrativa peruana) se contactó con Larbaud y recibió pronto un ejemplar del Ulises, editado en París en 1922; dato que me proporcionó Estuardo Núñez.

Que sepamos, el más antiguo comentario sobre Ulises lo publicó el joven (tenía 18 años de edad y era su primer artículo) periodista y futuro eminente humanista Aurelio Miró Quesada Sosa, el 15 de agosto de 1925, en El Comercio. Paolo de Lima consigna que, a nivel hispanoamericano, únicamente Jorge Luis Borges, en enero de 1925, se le adelantó gracias a un ensayo (acompañado de la traducción de la página final del Ulises), ejemplo soberano de la maestría del “monólogo interior” de Joyce, a la vez que parte del capítulo que más escándalo había suscitado) en la revista vanguardista Proa.

Conviene resaltar la diferencia entre una publicación vanguardista de escaso tiraje y el diario más leído de un país. Prueba elocuente del alto nivel cultural del periodismo peruano de entonces y de la atención que prestaba a las obras innovadoras y vanguardistas; verbigracia, el 20 de junio de 1921, en La Crónica (otro diario de gran circulación nacional), Juan José Lora publicó un artículo sobre “El dadaísmo. Sus representantes en el Perú”, en el que daba a conocer tres poemas del inédito Trilce, de César Vallejo.

Así, Miró Quesada, quien también brinda un pasaje del capítulo final del Ulises como muestra del “monólogo interior”, aplaude una obra que suscitaba la condena de quienes no percibían su maestría artística y estética, y la razón de ser de su originalidad vanguardista:

“su obra es de un verismo acabado. Todo lo que palpamos diariamente, aún en sus más mínimos detalles, que, para otros ojos, menos escrutadores que los suyos, pasaría inadvertido, cobra en las páginas de Joyce una vida y una belleza insospechadas (…) su verismo es siempre artístico, que es lo único importante. Sin embargo, un puritanismo exacerbado e hipócrita ha condenado a la hoguera algunas ediciones de sus libros” (p. 33).

Se detiene en el humorismo (demoledora arma de los vanguardistas) como rasgo importante del arte actual: “¿Tiene el moderno humorismo una mueca irónica al contemplar los ídolos pasados que nos hemos encargado de romper? ¿Es un humorismo trágicamente escéptico? ¿O bien, es la revelación optimista y jovial de una sana alegría de vivir? ¿Ríen porque comprenden que no debe tomarse la vida tan en serio? ¿O es justamente porque no han comprendido lo contrario?” (pp. 34-35).

Luego del aporte tan perspicaz de Miró Quesada, los peruanos más enterados de la “escena contemporánea”, José Carlos Mariátegui y Luis Alberto Sánchez, resaltaron la grandeza de Joyce, colocándolo al lado de Marcel Proust y -con el agregado teatral que inserta Mariátegui- de Luigi Pirandello (mencionado, también, por Miró Quesada en tanto cultor del humorismo moderno), como exponentes máximos de la literatura de los años 20. Sánchez no solo lo hace en un excelente manual para todo lector interesado: Panorama de la literatura actual (Panamá, 1933); sino que, juzgándolos “clásicos” de la literatura reciente, les dedica a Proust y Joyce un capítulo en un texto escolar: Curso de Historia Literaria para la Instrucción Media. Quinto año (Lima, Editorial Librería Peruana, 1933).

En el caso de Mariátegui, resaltemos cómo evita las anteojeras de los marxistas que menosprecian los textos burgueses (de hecho, atacaron al Ulises), sin percibir su riqueza literaria. Así como Karl Marx recomendaba leer al burgués Balzac y no a los superficiales narradores revolucionarios, Mariátegui prefiere a Proust, Gide y Joyce frente a los escritores “populistas” y discípulos vacuos del naturalismo de Zola.

MIGUEL GUTIÉRREZ Y MARIO VARGAS LLOSA

Habría tanto que decir sobre cada uno de los artículos que ha reunido Paolo de Lima, entre los cuales el que mejor aborda casi todas las cuestiones fundamentales que plantea el Ulises es el de Loayza, quien despliega como nunca la agudeza, el esplendor verbal y la erudición tan amena como iluminadora que lo caracterizan.

Por razones de espacio, conformémonos con consignar que los dos novelistas peruanos que más han explorado los recursos narrativos y las formas novelescas existentes, a la vez que, en sus páginas de ensayo, más han celebrado el afán totalizante de la ficción novelesca y su soberanía creadora en la literatura contemporánea, han coincidido en coronar al Ulises como la novela más influyente en la “nueva narrativa”. Nos referimos a Gutiérrez y Vargas Llosa.

Citemos a Gutiérrez: “particularmente prefiero En busca del tiempo perdido de Proust y la obra conjunta de Kafka (los otros creadores de la novela contemporánea, junto con Musil), a la obra de Joyce, pero sin duda es el Ulises la obra que de manera más evidente atentó contra el paradigma de la novela balzaciana, porque frente a los cambios que se habían producido en los órdenes de la realidad, la vida y el pensamiento supo encontrar nuevas formas de narrar, explorando en los niveles del lenguaje, las técnicas y las estructuras narrativas, sin contar con la complejísima densidad de las dimensiones mítico-simbólicas de la materia narrativa. Creo que desde esta fecha [1922], con justicia memorable, todos los novelistas -lo hayan leído o no- han girado dentro de la órbita del Ulises” (p. 193).

Por su parte, Vargas Llosa prefiere decididamente (por encima de Joyce, Proust y Kafka) a William Faulkner (autor que también ensalza y emula Gutiérrez), nada menos que el discípulo por excelencia reclutado por el Ulises y cuyo magisterio narrativo resultó crucial para el propio Vargas Llosa. Eso no impide que suscriba el dictamen emitido tempranamente por Ezra Pound: “en el extraordinario ensayo que dedicó al libro fue el primero en reconocer que desde la aparición del Ulises todos los novelistas contemporáneos, incluidos los que nunca lo hubieran leído serían discípulos de Joyce; y así lo reconoció también William Faulkner, otro novelista fuera de lo común que probablemente nunca hubiera escrito su saga sureña sin las lecciones que recibió leyendo a Joyce” (p. 222).