Ricardo González Vigil

Cada vez más se reconoce la importancia de la narrativa de César Vallejo, en ediciones (entre ellas, Narrativa completa de Vallejo, compilación a mi cargo, publicada en 2012 por Ediciones Copé, de Petróleos del Perú – Petroperú S.A.), antologías, estudios y panoramas literarios. Aunque no cabe duda de que la genialidad del autor de Trilce alcanzó su máxima realización en su obra poética, ampliamente consagrada como una de las cimas mayores de la poesía del siglo XX; también se impone admitir que logró frutos descollantes en el cuento y la novela, incluso en una modalidad de tanta vigencia actual como es el microrrelato. Consignemos, además, que fue un prosista de registro completo: a su dominio de la narración, sumó su maestría (acorde a su genialidad poética) para ese híbrido textual que es el poema en prosa, y sus dotes sobresalientes para el ensayo, el periodismo (artículos, crónicas, entrevistas y reportajes) y las piezas teatrales.

UN CINCUENTENARIO POR SUBRAYAR

Este año brinda una magnífica ocasión para que se consolide la consagración de Vallejo como narrador y, en general, como prosista.

De un lado, se conmemora el centenario de la publicación de sus dos primeros libros narrativos: las prosas breves y los cuentos de Escalas, y la novela corta Fabla salvaje. Y, de otro lado, hace media centuria la viuda Georgette de Vallejo editó, por fin, sus dos “libros de pensamientos”: la miscelánea (contiene apuntes ensayísticos, poemas en prosa, cuentos, esbozos y microrrelatos) Contra el secreto profesional (escrita entre 1923 y 1929, según Georgette) y el ensayo El arte y la revolución.

Contrasta la atención que se le está prestando al mencionado centenario, con el “olvido” que está padeciendo el cincuentenario señalado. Descuido lamentable, especialmente grave en lo concerniente a Contra el secreto profesional, ya que sobrepasa los méritos de Escalas y Fabla salvaje, en tanto constituye la maduración del vanguardismo narrativo (iniciado en la sección “Cuneiformes” de Escalas) de Vallejo, y en cuanto alberga también fulgurantes poemas en prosa y microrrelatos, plasmando un original y profundo “libro de pensamientos”: en él no prima el silogismo ni la exposición metódica de ideas, sino la riqueza connotativa de sus sugerentes imágenes, tramas insólitas y formulaciones paradójicas mediante textos lírico-narrativos de gran belleza literaria.

Al respecto, el especialista español Francisco José López Alfonso, en su penetrante libro César Vallejo: Las trazas del narrador (Universidad de Valencia, 1995), elogia contundentemente a Contra el secreto profesional como “uno de los textos admirables de este siglo [el XX]” (p. 2).

Por su parte, el destacado narrador peruano Carlos Eduardo Zavaleta también exalta la alta calidad de Contra el secreto profesional: “el libro es la confirmación de que el autor logró una estructura mitad narrativa y mitad ensayística, soldando el cuento-ensayo como variedad practicada por él. Esa ‘intromisión’ del ensayo se ve desde Escalas […] y el final de esa conjunción se ve muy logrado en Contra el secreto profesional. Aquí, casi todos los textos giran en torno a ideas, a hipótesis, a juegos entre lo posible, lo real y lo imaginario, urdiendo ya sean ‘paradojas’ o fuentes de ‘debates’ ideológicos […] por el manejo de esa estructura bimembre es fácil recordar los numerosos cuentos-ensayos de Jorge Luis Borges […] por el manejo de esa estructura Borges […] Vallejo se destaca a ese mismo alto nivel” (La prosa de César Vallejo, Lima, Editorial San Marcos, 2006, p. 33).

Loas que concuerdan con el entusiasmo que me produjo Contra… desde su publicación en 1973, y que pude exponer en mi antología El cuento peruano 1968-1974 (Eds. Copé, Petroperú, 1984), en diversos artículos y, especialmente, en la edición de Contra el secreto profesional que efectué en 1992 (Editora Perú, diario La Tercera). A mi entender, se erige como una de las tentativas más valiosas hechas en español, en los años 20, para forjar una “nueva narrativa”. Además de pionero del microrrelato (se adelanta a los aportes de 1940-1970 de Borges, Juan José Arreola, Julio Cortázar, Augusto Monterroso y Marco Denevi), explora textos híbridos (fusionan rasgos del cuento, con el poema en prosa, la estampa y el ensayo), algunos cotejables con las “parábolas” de Kafka y otros con el posterior cuento-ensayo de Borges.

MÁS ALLÁ DE LA DIÁLECTICA

Escalas, apropiándose de la narración onírica y la literatura fantástica, buscaba liberar al pensamiento de la lógica aristotélica y el razonamiento científico de los siglos XVI-XX (los principios de identidad, no contradicción y tercio excluido, la conexión causa-efecto, el tiempo lineal, los axiomas de la geometría euclidiana, las leyes físicas de Newton). De ahí el epígrafe de Antenor Orrego colocado como pórtico a Escalas: “Primero el pensamiento, después la razón”. De hecho, en el trasfondo, los textos de Escalas despliegan “pensamientos” que fluyen entretejidos a las situaciones narradas, de modo dominante en “Muro noroeste” y “Muro dobleancho”, menos marcado, pero siempre presente en las reflexiones y en la perplejidad manifestada por el narrador en los otros textos.

Precisamente, en un Carnet, mediante una anotación relacionada con el 7 de noviembre de 1937, Vallejo sostiene que en Trilce y en Escalas ya afloraba la lógica dialéctica. Puntualicemos que esa óptica, estimulada por la cosmovisión andina (la dualidad Hanan y Hurin, esa especie de versión mítica de la Tesis y la Antítesis), se hará plenamente consciente cuando Vallejo asuma el marxismo (autodefinido como materialismo dialéctico) en 1927-1928, y se convertirá en el eje del “libro de pensamientos” que es Contra el secreto profesional: lo que resultaba absurdo o paradójico para el mirador aristotélico-cartesiano, adquiere entonces sentido al verse enfocado con una visión dialéctica atenta al dinamismo y al cambio, a la unidad de los contrarios, a la negación de la negación y, al salto a la síntesis.

Pero lo más admirable, en concordancia con el espíritu antidogmático de Vallejo, es que tampoco encarcela al pensamiento dentro de la lógica dialéctica (según el marxismo, base de un razonamiento verdaderamente científico), conforme lo aclara en la mencionada anotación de un carnet de 1937:

“la dialéctica […] instrumento y conocimiento: el rigor dialéctico del mundo objetivo y subjetivo. Su grandeza y su miseria o impotencia.

“Me refiero a Hegel y Marx, que no hicieron sino descubrir la ley dialéctica. Paso a mí mismo cuya posición rebasa la simple observancia de esta ley y llega a cabrearse contra ella, y llega a tomar una actitud crítica y revolucionaria delante de este determinismo dialéctico.” (Vallejo, Ser poeta hasta el punto de dejar de serlo. Pensamientos, apuntes, esbozos. Edición de Carlos Fernández y Valentino Gianuzzi; Valencia, Pre-textos, 2018; p. 159).

López Alfonso comenta luminosamente ese apartamiento del determinismo dialéctico a favor del pensamiento en libertad:

“Quien deseara perderse por falta de caminos, quien se sentía indefectiblemente limitado al norte, al sur, al este, al oeste, mal podía avenirse con una verdad necesaria (Hegel) que diese cuenta de las contradicciones de la realidad; mal, con una generalización empírica que elevase a ley universal e inmutable (Engels) lo que Marx solo había analizado como discordancias específicas (p. 143).

Y plantea que discurre más cerca de la exploración libérrima del absurdo y el enigma “abierto” que enarboló Kafka, que de cualquier sujeción al razonamiento encasillado por imperativos lógicos:

“Las parábolas de Vallejo, como Benjamín decía de las de Kafka, no se despliegan igual que un pergamino enrollado en hoja lisa hasta hacer claro su significado, sino como un capullo en flor. Por eso su resultado es afín a la poesía; y son, como su autor quería del arte, sugestión generosa y fecunda, encinta de todo lo probable, un camino y nunca una meta. (…) No llevan a ningún resultado al pensar el mundo en sus contradicciones. La síntesis en la que cada uno de los contrarios conserva su sentido no alcanza solución alguna y solo logra la permanencia del misterio que sintetiza” (p. 142).