Ricardo González Vigil

Una contribución mayor de las ediciones M y L, en su excelente Colección Literaria Ediciones Críticas (las ediciones críticas resultan indispensables para el adecuado conocimiento y estudio de una literatura, y nunca antes un sello editorial peruano había asumido dicha tarea con la organicidad y persistencia que la está llevando a cabo M y L desde la década pasada), constituye la publicación del conjunto de novelas de Mercedes Cabello de Carbonera (Moquegua, 1842 – Lima, 1909): Los amores de Hortensia (Historia contemporánea), edición crítica de María Nelly Goswitz y Claire Emilie Martin (2023); Eleodora / Las consecuencias (2023), Blanca Sol (novela social) (2023) y El conspirador. Autobiografía de un hombre público (novela político-social) (2021), un trío de aportes de Mónica Cárdenas Moreno. Solamente falta la segunda novela que difundió la novelista moqueguana: Sacrificio y recompensa.

El consenso nacional e internacional sobre la relevancia literaria de Mercedes Cabello cuajó pronto. Prueba elocuente es que ya en 1892, en los Apuntes para un diccionario de escritoras americanas del siglo XIX, de M. Ossorio y Bernard, publicado por entregas en la revista La España Moderna, se la elogia encendidamente: “una novelista de tal importancia, que va a la cabeza del movimiento literario americano. A pesar de que en los momentos actuales brillan en Europa escritores afanados que sostienen con honra escuelas diversas, los trabajos que del Nuevo Mundo llegan van continuamente ganando terreno en el campo de la republica de las letras, y los nombres de los autores ultramarinos figuran dignamente al lado de los más reputados europeos. Y si entre el bello sexo hay una publicista que figure en primera línea entre sus compatriotas, es seguramente doña Mercedes Cabello de Carbonera, que día en día va popularizándose entre nosotros, y adquiriendo más sólida reputación” (edición de Eleodora / Las consecuencias, p. XXVI).

Evitando el exceso descomunal de colocarla “al lado de los más reputados europeos”, actualmente reina la valoración que la consagra, junto con Clorinda Matto de Turner (cuyas novelas también ha reeditado M y L), como las figuras (hombres incluidos) más dotadas de la novela peruana del siglo XIX, dignas de destacar a nivel hispanoamericano: importancia abordada con versación y perspicacia en los estudios que acompañan a las ediciones críticas de M y L, los cuales constatan que constituye “la gran novelista de la sociedad limeña de los años previos a la guerra del Pacífico, tiempos en que se definen las jerarquías en la composición y el funcionamiento de la República del Perú” (M. Cárdenas Moreno, Eleodora / Las consecuencias, p. LIII). Además, ensalzan las cualidades de Mercedes Cabello como ensayista.

REALISMO PERUANO Y FEMINISMO

Examinando los ensayos de Mercedes Cabello y las tramas, los personajes y la óptica de los narradores de sus novelas, los estudios preliminares resaltan la reelaboración original que efectúa la escritora moqueguana de las corrientes literarias del Realismo y el Naturalismo, y de la escuela filosófica del Positivismo.

Así, frente a los polos extremos de la antigua novela romántica (idealizadora, fantasiosa) y la nueva novela naturalista de Zola (plagada de vicios, marco social deshumanizador, herencia degenerada), prefiere el realismo abarcador y matizado de Balzac (lo que muchos especialistas denominan “realismo romántico”). Y se trata de un realismo en diálogo con las letras peruanas: entronca con el legado burlesco del costumbrismo y, sobre todo, las tradiciones de Ricardo Palma:

“un realismo peruano sui generis cargado de burla, de sarcasmo y de ironía. Mucho se ha elogiado el humor y la mirada socarrona de Ricardo Palma en sus tradiciones, en el formato novelesco Mercedes Cabello intenta otro tanto y lo que consigue es la parodia de las clases altas, en tiempos de la república independiente, que no son capaces de dirigir, ni en el plano económico ni en el político, ya que carecen de formación intelectual y moral. En todo caso, quienes parecen tener mejor capacidad para tomar las riendas del país son las mujeres que sacan lecciones de sus duras experiencias de vida y las transforman en un discurso de enseñanza, en una lección, que busca incidir en las prácticas sociales de las nuevas generaciones” (M. Cárdenas Moreno, Eleodora / Las consecuencias, p. LIV).

Respecto al positivismo, tampoco se limita a ser una mera caja de resonancia: “deslumbra por su rigor académico, la profundidad de sus conocimientos, y el cuestionamiento de los principios del positivismo que encuentran en Mercedes Cabello entusiasta aceptación unida a una insistente adaptación a la realidad y cultura americanas” (M. N. Goswith y C. E. Martin, Los amores de Hortensia, p. XXIV).

La divergencia principal con el positivismo no es otra que el feminismo de Mercedes Cabello: “condena la condición idealizada de madre y esposa a la que el positivismo relega a la mujer (…) habla por la mujer como individuo que sin acceso al ‘recurso honrado del trabajo’ solo puede seguir la ruta de la perdición”. (Los amores de Hortensia, p. XXV)

En todas sus novelas, y de manera más contundente en El conspirador, se torna patente “que los roles de género son aprendidos y que no hay función pública que se le adjudique al género masculino y espacio privado reservada para la mujer, sino que dicha atribución se debe a la educación impuesta” (M. Cárdenas Moreno, El conspirador, p. LX).

Sin ambages proclama la superioridad de las mujeres peruanas: “con la veracidad que acostumbro, diré solo, que ellas me parecen superiores a ellos. Verdad que, por regla general, paréceme que en el Perú acontece la singular anomalía de ser, no solo en cualidades morales e intelectuales, sino también en condiciones físicas, muy superiores las mujeres a los hombres” (El conspirador, p. LXV)

Su aplomo y valentía le costó mil vejámenes y sinsabores a Mercedes Cabello, víctima de los prejuicios de género, raza y clase social.

REESCRITURA EN PROFUNDIDAD

De otro lado, la conciencia creadora de Mercedes Cabello resalta en cómo reescribió Eleodora (1887) y plasmó una obra muy superior: Las consecuencias (1889). Más aún, ya Eleodora se apropiaba libremente del sacrificio abnegado de una esposa, narrado por Ricardo Palma en su tradición “Amor de madre”. La reescribió criticando el presente republicano “extrae esta historia de su contexto colonial y, por lo tanto, convierte el sacrificio de la protagonista en un anacronismo o en la trágica consecuencia del encierro en que se ha formado (…) la mujer encerrada en prácticas coloniales” (M. Cárdenas Moreno, Eleodora (Las consecuencias, p. XX).

Al ser reescrita Eleodora y volverse Las consecuencias, crece en personajes, peripecias y visión totalizadora de la sociedad: “se transforma en un retrato mucho más detallado de la sociedad limeña de la época, ya que no solamente se restringirá a la representación de las clases altas, sino que ellas se encuentran en interacción con personajes subalternos que adquieren mayor protagonismo: la prostituta o la “filósofa con faldas” (…) el sirviente afroperuano (…) la beata (Eleodora / Las consecuencias, p. XX).

Y la diferencia con Ricardo Palma se acentúa en Las consecuencias: “el acento no está puesto en el sacrificio de Eleodora, ni en la sublimación de su virtuosidad como buena madre (…) sino en su posición de víctima de la sociedad: víctima de las intrigas mercantilistas, de una falsa religiosidad, de la adicción por los juegos de apuestas, del encierro a la que la obligan los padres, de la falta de educación y el establecimiento de un matrimonio en igualdad de condiciones, es decir, que impide la superación del matrimonio por conveniencia que la autora denuncia en gran parte de sus novelas” (p. XX).