Marcel Velázquez Castro

En Sudamérica, durante 1780-1920, los escritores afrodescendientes reconocidos por el poder criollo y sus redes culturales tuvieron que negociar su identidad y muchas veces negar u ocultar su filiación étnico-racial. Se produjo un proceso social de blanqueamiento cultural de sus rostros vidas y textos literarios. El caso del escritor Machado de Assis, nieto de esclavos, es paradigmático; la revelación de su verdadero rostro mediante técnicas digitales sobre antiguas fotos causó una verdadera conmoción en Brasil.

En Lima, durante ese periodo, existió una extendida cultura popular afro y una población significativa con ascendencia afro que fue gradualmente disminuyendo por el mestizaje y las difíciles condiciones socioeconómicas en la que vivían. La lista de escritores incluye a Juan Manuel Valdés, Manuel Atanasio Fuentes, Ricardo Palma, Fernando Casós, Abraham Valdelomar, entre otros. Todos ellos tuvieron que adoptar una gran violencia simbólica contra sí mismos por el color de su piel o las formas de su rostro, y convertir en algo invisible su identidad étnico-racial, pues había un generalizado racismo profundamente interiorizado.

La formación de la literatura nacional y sus procesos de canonización provocaron un borramiento de ese mundo de personajes afroamericanos, un silenciamiento de sus formas de habla oral y un blanqueamiento de las figuras de autor de afrodescendientes. En este marco, la obra de Manuel Atanasio Fuentes, en particular su autobiografía (1863), constituye un corpus transgresor y complejo, pues exhibe supresiones, reivindicaciones y agresiones raciales.

La obra de MAF (1820-1889) asumió múltiples formas. Escribió como jurista, político, especialista en medicina legal, estadígrafo y literato. Sus dos libros sobre Lima contienen una narración reivindicativa de la civilización de la urbe y además son un tesoro para el amante de litografías y datos sobre el XIX. Dirigió El Murciélago, hoja volante intermitente entre 1855 y 1863, 1879, recopiló algunos de esos textos en tres tomos publicados en París en 1866. Fue actor principal del periodismo y en la consolidación de la cultura de lo impreso en Lima: un innovador en formatos textuales y en las disposiciones tipográficas en la página, la inserción de imágenes y caricaturas.

Enemigo de los liberales, pero adalid de la modernización socioeconómica. Escribió un libro contra el general Castilla (1856), de quien dijo: “atravesó la vida ofreciendo al Perú ejemplos de prostitución, de cobardía y de infamia”. Se enfrenta a los prejuicios de la mirada extranjera sobre el Perú, pero simultáneamente expresa una colonización del imaginario: modelo de sociedad occidental, regido por una élite blanca y culta. Él se compadece de los males sufridos por negros e indios, pero conserva una mirada racista que descalifica a estas comunidades.

En sus múltiples polémicas, fue agraviado con insultos raciales por sus detractores, la injuria verbal fue muy practicada en el siglo XIX, pues la batalla de ideas se deslizaba con facilidad hacia la descalificación personal del adversario. Por ejemplo, el escritor costumbrista Ramón Rojas y Cañas lo denominó “ave siniestra, instrumento alado de succión, sanguijuela volante” (…) “El implume, por razones de raza, no puede ponerse colorado, a lo menos, no le gustaría tener en su faz ese color ceniciento, bajo cuyo manto se cobija el rubor africano” (1867).

En medio de una larga y pública polémica con el liberal colombiano J. M. Samper (1863), escribió su propia biografía y allí curándose en salud se autodenominó: “zambo puro”, “feo” y “ñato”. También negó que le molestase que lo llamen “negro”, “chino” o “mulato”. Sin embargo, este valiente autorreconocimiento no modificó sus perspectivas sobre la sociedad peruana. ¿Por qué El Murciélago, a pesar de este reconocimiento parcial y conflictivo de su identidad afrodescendiente, reprodujo una representación violenta y deshumanizadora del pueblo limeño afroperuano?

El Murciélago provenía de una familia sin dinero, pero no de oficios manuales. Se ubicaba socialmente lejos de los descendientes de la elite oligárquica, pero también lejos de los sectores populares limeños. En términos sociales decimonónicos tenía un origen sin deshonra y su posterior actividad de publicista y periodista le permitió vivir la ficción de la “blanquitud” de la elite criolla. Sin duda sus libros de valor público lo convirtieron en un protagonista de la ciudad letrada y así ganó prestigio y reconocimiento social entre sus contemporáneos.

En sus Aletazos del Murciélago, se encuentran varios juicios de valor que descalifican a la población afrodescendiente: “Nunca ha presenciado U. una riña de dos ciudadanos negros? (…) se sacan a la plaza los más recónditos misterios de su vida privada, que, por cierto, no es muy limpia? ¿No ha oído U. que llaman todas las cosas por sus nombres, pero por los nombres más obscenos que tiene el castellano?”. Su pesimista mirada social se expresa con claridad en esta dicotomía: “En cuanto al pueblo (…) yo distingo, como todo el mundo, pueblo alto y pueblo bajo o plebe; los principios del pueblo alto, son dinero y honores; los de la plebe, aguardiente, guitarra, y algunas veces llaves maestras y puñal” (p. 227).

En 1856, hubo elecciones y por primera vez los exesclavos pudieron ejercer su derecho de novísimos ciudadanos mediante el voto. Esto causó una gran polémica y Fuentes se alineó entre aquellos que criticaron esta ampliación de los derechos, pues consideraba que el aguardiente, la butifarra y las monedas corrompían la libertad política: “Los ciudadanos negros son los más tristes ciudadanos capaces de desacreditar toda institución democrática, y de degradarla al punto que los blancos renuncien hasta el título de ciudadanos (…) Hoy ningún blanco es tampoco elector porque eso es oficio de negros”.

El Murciélago no dudó en inscribirse en una larga tradición satírica de burla de la forma de hablar del afrodescendiente limeño: “Ande uté; voto llevá,/ que utena no irá de vare;/ aya tá capitulero/ lo dará a uté cuatro reares./ Luego que empuña la prata/ y e papelito afrojá,/ utena va derechito/ a otra parroquia a votá”. De este modo, estos sujetos sociales aparecen como los enemigos de la ciudadanía, los inmorales, los ignorantes, los ociosos. Todos estos significantes asociados a los códigos retóricos del sujeto esclavista.

Manuel Atanasio Fuentes sufrió insultos raciales, pero tuvo el valor de reconocer sus rasgos físicos afrodescendientes (pelo ensortijado, labios gruesos, nariz aplastada) y se autodenominó “zambo puro”. Desdeña el mestizaje y busca remarcar el prestigio social obtenido por sus talentos y su trabajo. En este sentido es un hombre moderno, pero reproduce en sus textos las configuraciones negativas y deshumanizadoras de la población limeña afro. Parte de su obra representa una tremenda escisión cognitiva y afectiva, una invisible espada clavada contra sí mismo.