Marcel Velázquez Castro

En Londres, París, Berna, Nueva York, Lima, La Habana, Alicante…  se ha rendido homenaje a los 100 años de Trilce de César Vallejo. Académicos especialistas en su poesía que “arde llameante, llameante” se encuentran en las principales universidades del mundo, pero ¿dónde están los lectores comunes?, ¿cuál es la contemporaneidad de Vallejo? En el Perú, se ha convertido en un clásico, un autor que todos conocen y muy pocos leen.

Su poema “Los heraldos negros” forma parte de la declamatoria forzosa en la educación escolar peruana, pero esa circunstancia no esconde el desconocimiento de la singularidad de su obra poética en esta sociedad. En Trujillo, este octubre, se reunieron más de 10 000 estudiantes escolares en la plaza para recitar colectivamente el poema III de Trilce: en principio, la noticia alegra, aunque inquieta y desconcierta que también se haya buscado con ello un récord Guinness. El sentido de lo colectivo, “en masas de a uno”, como diría Vallejo, nunca pasa solamente por el valor de la cantidad ni mucho menos por el mero número en la sociedad del rendimiento y del espectáculo.

En otra vuelta de tuerca kafkiana, el Poder Judicial del Perú “desagravió” y “reivindicó” al que ahora llaman “poeta-juez” e “injusto reo” e incluso le concedieron una medalla judicial póstuma. Puedo imaginar la amarga sonrisa o quizá la risotada de Vallejo desde su tumba parisina ante estas decisiones administrativas que expresan una siniestra culpa institucional. Más interesantes son los esfuerzos por publicar cabal e íntegramente los documentos del proceso y los alegatos judiciales escritos por Vallejo, como abogado de sí mismo. El escritor frente a la Ley constituye un conflicto moderno aquí y allá; la terrible experiencia de la prisión implica una revelación del cuerpo humano sometido y vigilado. Sin esos enfrentamientos y sin esas percepciones, la poesía de Vallejo hubiese sido otra. 

Trilce (1922) se publicó en los Talleres Tipográficos de la Penitenciaría en papel de hilo. El prólogo de A. Orrego precede a los célebres poemas, numerados del I al LXXVII. Nunca se atravesó la materialidad de la palabra con tanta osadía. Vallejo retuerce, innova, desarma el lenguaje. Los fonemas adquieren independencia más allá de la palabra y los significantes vuelan en cielos desconocidos. Por ejemplo, en la estrofa final del poema II de Trilce: “Qué se llama cuanto heriza nos?/ Se llama Lomismo que padece/ nombre nombre nombre nombrE.”. La palabra “heriza” es un neologismo tradicionalmente interpretado como la conjunción de “herida” y “eriza”, pero también evoca la conflictiva unión de “herida” y “esperanza”, motor de toda escritura. La dislocación sintáctica del primer verso prosigue bajo otras modalidades en los dos siguientes. “Lomismo” alude a una tautología sin fisuras, o al tiempo vacío, idéntico de la cárcel, o es una variación de “Yo mismo”, como ya se ha sugerido. La experiencia del dolor no tiene significantes establecidos: ¿se padece de un nombre? En el último verso, se ofrece una cuadruplicación de la palabra “nombre”, la cuarta vez irrumpe una grafía disonante, la letra mayúscula “E”, que cierra dicha serie y abre simultáneamente otros sentidos de la propia escritura que requiere de la diferencia para la producción de significados. 

Conjuros lingüísticos, confesiones modernas, ansiedad por la velocidad, los números y la razón tecnológica, resistencias al capitalismo, poemas de sexualidad, poemas de la cárcel y el tiempo, burla y desafío al lenguaje: Trilce es todo ello y mucho más.

En un reciente congreso internacional, organizado por University College London, University of Oxford y el Centro de Estudios Vallejianos, se ofrecieron nuevas pistas e interpretaciones para comprender una poesía que construye figuras del ser humano que impugnan la dualidad mente-cuerpo y socavan la ilusión del control racional de las sensaciones propias de la naturaleza humana, pues la materialidad que somos irrumpe en sus versos con una crudeza extraordinarias.

Una nueva hipótesis anagramática para el nombre Trilce, propuesta por José Antonio Mazzotti, “un feto o gólem lingüístico” formado por el nombre Otilia + César. Trilce, con seis letras remite a una doble trinidad. El concepto de la insuficiencia como paradigma para leer la poesía de Vallejo, desde la filosofía de María Zambrano. Una aurora nunca concluida, como apuntó el profesor Joseph Mulligan. El hifalto, como el tiempo del aborto o la piedra infundada en Trilce, muy sugerente reflexión de Alexandra Hibbet sobre la subjetividad y modernidad, a partir de los tiempos plegados de William Rowe.

El estímulo vanguardista que recibió Vallejo no fue individual, hay que pensar en un trío de poetas que interactúa literariamente en Trujillo y que acusa el influjo de las vanguardias: Lora, Velázquez y Vallejo, línea de investigación que propone Carlos Fernández, con nueva documentación sobre ello.

Valentino Gianuzzi reflexionó sobre los retos y las posibilidades de la traducción de la poesía vallejiana. Como comentó Michelle Clayton, incluso cuando los traductores fallan, el poema no solo resiste, sino que puede enriquecerse. Además, Clayton mostró varios ejemplos de artistas contemporáneos, que recrean literaria y musicalmente los versos de Vallejo. Entre ellos, destaca la poeta española García Faet, autora de Los salmos fosforitos (2017), que ha escrito su poemario en un juego de intertextualidades muy original con Trilce.

Entre las contribuciones documentales, destacó la exposición preparada por Jorge Kishimoto, que además compartió su hallazgo de una poesía de Orrego rechazada por Clemente Palma en Variedades. En ese congreso en Londres, la frase del evento fue la siguiente: “Enseño Vallejo desde hace veinte años y no puedo leer ‘Masa’ sin quebrarme”, del profesor argentino Gustavo Lespada.

Trilce y toda la obra poética de Vallejo constituyen un formidable desafío lingüístico. No es una lectura fácil, pero los lectores que se atrevan a escuchar las palabras novedosas y los sentidos entreabiertos quedarán asombrados y transformados por una poesía que exhibe no solo una modernidad radical, sino una apelación a experiencias y percepciones muy contemporáneas del tiempo, el sexo y el significado. Un siglo después, este poemario sigue provocando una incontable trama de interpretaciones, un mundo por venir para cada lector.