Ricardo González Vigil

Según la información proporcionada por Juan Espejo Asturrizaga, la mayoría de los poemas que integran Trilce ya estaban escritos en 1919, pero todavía exhiben una textura similar a las de las composiciones más innovadoras de Los heraldos negros. El lenguaje libérrimo, originalísimo (corona la ruptura vanguardista más radical de la poesía en lengua española, y una de las más geniales en cualquier idioma), de Trilce recién maduró cuando César Vallejo estuvo preso en Trujillo (del 6 de noviembre de 1920 hasta el 26 de febrero de 1921).

Al respecto, puede constatarse que:

1) En una carta de 1919 a sus amigos de la “bohemia” de Trujillo, les anuncia que, publicado ya Los heraldos negros, dentro de poco aparecerá su nuevo poemario, titulado entonces Solo de aceros. Es decir, había brotado gran parte de lo que, correcciones y modificaciones mediante, sería Trilce.

2) En un artículo del 20 de junio de 1921 (La Crónica), Juan José Lora consigna que, al salir de la prisión, Vallejo sostuvo que tenía listo su segundo poemario, el cual ya posee una factura tan vanguardista que Lora lo sitúa en el vanguardismo más extremo, el dadaísta. Dan fe de ello los tres poemas que ofrece, los cuales, con algunas correcciones ulteriores, recibirían la numeración XII, XXXII y XLIV en Trilce.

3) Espejo brinda primeras versiones de los poemas XV, XXXVII y XLVI, las que permiten apreciar la transformación profunda que sufrieron al madurar el lenguaje de Trilce (un caso especial es el de la primera versión de LXI, un texto nacido en la cárcel, pero todavía en proceso de liberación vanguardista). Más aún, el análisis de Roberto Paoli y otros vallejistas ha detectado que no sólo los poemas XV, XXXVII y XLVI eran sonetos, en sus primeras versiones; sino que los poemas I, III, XI, XXI, XXXIII, LXIII y LXIX ostentan vestigios de rimas y regularidad estrófica, delatando que eran sonetos en su factura original.

ENCARCELADO CELEBRA LA INDEPENDENCIA

Numerosos estudiosos han resaltado en Trilce la relevancia del tema de la cárcel (no solo la celda física, también la cárcel psíquica y el contrato social que encadena la libertad humana) y de la visión del ser humano como recluso en una existencia deshumanizadora y alienante.

Frente a ello, la decisión de Vallejo de romper con todo tipo de ataduras estéticas, éticas, psicológicas, lógicas, antropológicas (nos referimos a la concepción de lo que definiría a un ser humano como tal) e incluso biológicas (tener que alimentarse matando o hiriendo a otros seres vivos, -animales y vegetales-; y que engendrar hijos -no siempre deseados- como consecuencia de la cópula sexual), arremetiendo contra la sociedad reinante y las pautas culturales establecidas.

Sin embargo, hasta ahora no se ha prestado atención a que el lenguaje trílcico cobró forma exactamente cuándo se celebraba el centenario de la Independencia: en Trujillo: el 29 de diciembre de 1820, dando su respaldo a la expedición libertadora del General José de San Martín, José Bernardo de Tagle y Portocarrero, Marqués de Torre Tagle, proclamó la independencia del Perú, (debido a ello, al establecerse la República, el departamento norteño fue denominado La Libertad).

Resulta sumamente significativo que, injustamente perseguido por los desmanes ocurridos en Santiago de Chuco el 1 de agosto de 1920, refugiado en Mansiche, en la casa de campo de su amigo y mentor Antenor Orrego, Vallejo (con su libertad amenazada) tomara la decisión de participar con el concurso literario organizado por la Municipalidad de Trujillo, para conmemorar el centenario de la Independencia proclamada en 1820. Y que, estando Vallejo en prisión, irónicamente carente de libertad, su himno patriótico “Fabla de gesta” ganara dicho certamen. ¡Supremo acto de provocación y cuestionamiento vanguardista!

Aclaremos que la textura de dicho himno no es vanguardista; más bien,  ostenta un Modernismo acartonado, conectable con el Novomundismo de José Santos Chocano, el poeta elegido por el gobierno de Augusto B. Leguía para los festejos del Centenario de la Independencia: fue coronado en 1922 como el Cantor de América, por todo lo alto, en una ceremonia oficial a la que asistieron autoridades, intelectuales y nutrido público; y se le encargó componer un canto épico en homenaje a la victoria de Ayacucho, siendo el fruto Ayacucho y los Andes (1924). Ello obedece a que Vallejo quería ocultar su estilo personalísimo y engatusar al Jurado, conformado por personas adversas al espíritu innovador de Vallejo y la “bohemia” de Trujillo, aferrados a su dudoso gusto por la poesía pomposa y grandilocuente. Así lo esclarece Orrego en su libro Mi encuentro con César Vallejo.

Paralelamente, en esos mismos días, declaraba plenamente su Independencia como poeta dando forma al lenguaje libérrimo de Trilce.

IMPRESO POR PRESOS

El tremendo contraste entre carecer de libertad y padecer una inicua administración de justicia (con presiones de los poderosos y corruptelas diversas), de un lado; y, de otro lado, de festejar el centenario de la independencia, no solo incide decisivamente en la maduración del designio de escribir en plena libertad creadora, conforme lo proclama soberanamente en su famosa carta a Orrego: “Asumo toda la responsabilidad de su estética. Hoy, más que nunca quizás, siento gravitar sobre mí, una hasta ahora desconocida obligación sacratísima, de hombre y de artista: ¡La de ser libre!”

Dicho contraste también se percibe en la decisión de Vallejo de que los presos de la Penitenciaría de Lima impriman Trilce. Resulta elocuente el cuento “Liberación”, de Escalas (1923): el narrador, con rasgos autobiográficos, va a la Penitenciaria donde están publicando su poemario y, al final del texto, escucha a los presos cantar el “¡Somos libres!”, del Himno Nacional.

Todo ello insta a no limitar al campo estético e intelectual la liberación radical plasmada en Trilce. Actúa, también, el plano político y sociocultural, porque la llamada Independencia no ha sido tal para las mayorías nacionales, sobre todo para la población indígena, de la cual se declara portavoz Vallejo en la sección “Nostalgias imperiales”, de Los heraldos negros: “labrase la raza en mi palabra” (soneto I del poema que da nombre a la sección mencionada).

Recordemos el pasaje del poema “Oración del camino” (donde, con raíces prehispánicas, se reza al sol) en el que la raza indígena ya no es dueña de su territorio y sufre el odio racista y cultural de los que gobiernan la República del Perú: “es tu raza, la pobre viejecita / que al saber que eres huésped y que te odian, / se hinca la faz con una roncha lila”.

El resultado es que Vallejo estuvo a punto de firmar Trilce (entonces todavía se llamaba Cráneos de bronce, aludiendo a la mentalidad de la “raza de bronce”, la indígena del Ande) como César Perú. De hecho, ya estaba imprimiéndolo con ese título y seudónimo cuando sus amigos lo hicieron desistir, logrando que conservara su verdadero nombre y apellido, y engendrara el enigmático – espléndidamente vanguardista – vocablo Trilce.

En un artículo anterior de esta Lectura Mundo (“Centenario de Trilce”), ya resaltamos la óptica andina de Trilce. En el siguiente artículo de Lectura Mundo, completaremos la conexión de Trilce con el contexto del Centenario de la Independencia y con la “Patria Nueva” que impulsaba el gobierno de Leguía.